Lo que hizo el papá de Daniel Giraldo es una fiel muestra de amor y valentía. A eso de las siete de la noche, del 26 de marzo de este año, Daniel de tan solo siete años, perdió su índice izquierdo cuando quedó atascado en un pasador de seguridad mientras jugaba dentro del carro. Cuando saltó del vehículo el dedo se desprendió.
Dando crédito a eso de que los ángeles existen y aún aturdidos por el incidente, una orientación acertada les indicó a los padres de Daniel cómo proceder ante la situación. “Cuando el dedo quedó metido en el carro, pasaba una señora que nos dijo que confiáramos en ella, que era enfermera y nos dijo que nos metiéramos el dedo en la boca para que las células no se murieran y así funcionó, mi esposo se lo metió en la boca”, recuerda Leidy Soto, la mamá del pequeño. Horas más tarde, en el Hospital Universitario San Vicente Fundación, Daniel estaba en cirugía, los médicos le devolvían el dedo a su lugar.
Líder en reimplantes
El de este pequeño, es uno de los 23 casos que desde enero de 2009 hasta septiembre de 2014, esa institución ha atendido para reimplante de mano y miembros superiores.
“Hemos tenido 14 casos de mano o antebrazo distal, 8 por trauma en los dedos, muchos multidigitales y uno en el que no se encontraron las estructuras adecuadas. De los pacientes reimplantados cuatro son menores de 18 años y solo hemos tenido cinco fallos donde no se logra revascularización del segmento”, señala Sabrina Gallego Gónima, cirujana plástica, especialista en microcirugía del San Vicente.
El liderazgo de este centro médico en ese tipo de procedimientos data ya de hace varios años, 50 para ser exactos, cuando Marco Antonio Ramírez Zuleta siendo apenas un residente de medicina decidió ir más allá con los pacientes amputados.
“Llegaban continuamente traumatizados y con amputaciones parciales. En ese momento pensé que algo se tenía que hacer, aunque fuera un trabajo muy grande para mí, fuera de mi capacidad. A través de varios amigos que estaban haciendo el año rural conocí 30 casos de amputación total y pensé que si salvábamos uno dos o tres había que hacer el esfuerzo, nadie me creía, era empírico lo que iba a hacer. Como en esa época no había tecnología se me ocurrió mandar unas circulares al cura párroco para que dijera que se estaban pegando manos en Medellín y la gente tuviera idea de lo que íbamos a hacer, otra a los jueces que hacían el levantamiento. Entonces con ayuda de una secretaria mandamos 1.500 cartas escritas a máquina para los pueblos. La primera paciente llegó a los tres meses, el otro a los seis”, recuerda Ramírez.
Así comenzó en Antioquia la historia de los reimplantes y fue en abril de 1964 cuando Ramírez, junto a Marcos Duque y León Hernández realizaron con éxito el primer reimplante de mano en el país, el primero en Latinoamérica .
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