<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Dos museos construidos entre todos

El Museo de Caicedo y el Juan del Corral de Santa Fe de Antioquia cuentan las historias de sus pueblos.

  • Dos museos construidos entre todos
  • El Museo Juan del Corral está en una casa de estilo republicano y tiene como propósito ser un agente cultural, que busca preservar las tradiciones. La No Violencia es el concepto del de Caicedo. FOTO Julio César Herrera - Enviado especial
    El Museo Juan del Corral está en una casa de estilo republicano y tiene como propósito ser un agente cultural, que busca preservar las tradiciones. La No Violencia es el concepto del de Caicedo. FOTO Julio César Herrera - Enviado especial
  • El Museo Juan del Corral está en una casa de estilo republicano y tiene como propósito ser un agente cultural, que busca preservar las tradiciones. La No Violencia es el concepto del de Caicedo. FOTO Julio César Herrera - Enviado especial
    El Museo Juan del Corral está en una casa de estilo republicano y tiene como propósito ser un agente cultural, que busca preservar las tradiciones. La No Violencia es el concepto del de Caicedo. FOTO Julio César Herrera - Enviado especial
Dos museos construidos entre todos
15 de febrero de 2015
bookmark

El Museo de Caicedo está a una hora y veinte por carretera destapada desde Santa Fe de Antioquia. Parece, al principio, que empieza en la vitrina que está en el hall de entrada de la Alcaldía Municipal, la que tiene unos periódicos ya cafés, por los más de diez años que tienen, unas camisetas, unas fotos, unas medallas y la palabra paz en casi cada uno de esos objetos.

Parece, también, que sigue en el texto de la pared —“este museo entrega a la comunidad con orgullo patrio la memoria de hechos vividos en nuestro pasado reciente”— y en las otras vitrinas que hay en el segundo piso, con más objetos, todos de la marcha a Caicedo en 2002, que terminó con el secuestro del entonces gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, y su asesor de paz, Gilberto Echeverri.

El Museo de Caicedo se inauguró el año pasado, el 28 de marzo, no obstante, no son solo esas vitrinas delante de las paredes blancas. Ómar Blandón Giraldo, coordinador, explica que es un museo in-situ, es decir, todo el pueblo es el museo en sí mismo, incluyendo la gente. “Lo más grande es la apuesta por la paz”.

El museo, entonces, empieza en el puente, en el Vaho de Anocosca, a 3.5 kilómetros de la cabecera municipal, donde el 21 de abril terminó la marcha y que ahora tiene un obelisco como homenaje a Gaviria. Es además el parque principal, con un busto del exgobernador, y las huellas de personajes que caminaron esa vez y que ellos reconstruyeron porque se perdieron.

El trabajo, más allá de lo museográfico, donde por supuesto les tocará recordar los momentos difíciles de la violencia, para hacer memoria, es trabajar, señala el coordinador, por la reconciliación y la convivencia pacífica.

“Las vitrinas son para conservar la memoria histórica —comenta Edilia González, secretaria de gobierno—, pero a partir de ahí el museo se convierte en una estrategia pedagógica de educación y formación en No Violencia acá en el municipio”.

La idea llegó hace unos años con un grupo de amigos que trabajaron para hacerla realidad, con ayuda de la comunidad. Los objetos que tienen han llegado porque la gente los ha donado y el criterio porque “es un sentir del municipio”, reitera él.

Lo de la No Violencia inició hace un buen tiempo, según recuerdan ellos, cuando los habitantes se unieron para evitar que los grupos armados les quitaran el café. De cuatro caravanas con las que acompañaban a los camiones transportadores, tres lograron el objetivo. Lo que hacían, les dijeron después, era resistencia civil no violenta. Al gobernador Gaviria se le ocurrió apoyar a Caicedo y lo declaró el Primer Municipio No Violento de Antioquia. Además propuso la marcha de 2002, que salió de la Iglesia Metropolitana, y en la que caminaron hasta Caicedo durante casi una semana. “(...) Vale la pena —se lee en la pared— recrear la historia de quienes también entendieron que la reconciliación implica sacrificio y que solo se logra a través del diálogo”.

A los objetos de las vitrinas se suman visitas guiadas y talleres, en tanto, hace énfasis Edilia, lo mas importante es esa filosofía no violenta como una forma de vida. Lo efímero cabe en este lugar que tendrá su espacio específico en el Parque Educativo de la No violencia, que se cree estará listo en octubre. Ahí podrán mostrar todos los objetos que tienen y que no pueden exponer ya, porque no tienen espacio, como la bandera de la marcha.

Los recursos han llegado por el Instituto de Cultura y por trabajo de la comunidad, y el Museo Juan del Corral los ha guiado. Ahora están en la construcción del guión museológico y participarán otra vez en las becas del Instituto para conseguir los recursos y llevar ese guión a la práctica.

El discurso de la No Violencia de Guillermo Gaviria los encamina, como un personaje fundamental dentro de lo que quieren contar y mostrar. Entre las piezas que ya consiguieron están un manuscrito de él y el libro de las más de mil personas que caminaron y firmaron.

El sueño no es pequeño. Ya son parte de la Red de Museos de Antioquia y coordinadores del nodo Nuevo Occidente. Dentro de lo que están trabajando en asocio con otros es una propuesta de No Violencia para rotarla por los museos del departamento, y contagiarlos de eso en lo que creen.

Este museo va paso a paso, como esos caminantes de la marcha, que caminaron paso a paso por la paz. Ellos caminan por la memoria y por no devolverse a esas épocas de terror. Les interesa la No Violencia, y la palabra ha de repetirse desde el nombre hasta que sea parte del paisaje. Este museo es para seguir diciendo que ellos son un territorio de paz.

Todo importa en este lugar

En esa casa republicana de paredes de chambranas azules, los mangos caen en el patio, naturales, en lo que es también el centro del Museo Juan del Corral. A veces una gata mona, declarada jefe de relaciones públicas, se pasea por ahí, saludando a los que van entrando, que en el año pueden ser, como en 2014, 29 mil personas.

Desde los mangos hasta la gata, obras de arte colonial, la mesa donde se firmó el Acta de Independencia de Antioquia, hasta el piano que les regalaron hace poco, y la misma casa, hacen que este lugar sea un museo, y no solo una casa como todas las demás. Tampoco una casa-museo sobre don Juan del Corral, como creerían algunos, sino un museo de la historia de Santa Fe de Antioquia, que cuenta la ciudad incluso en sus detalles cotidianos.

El recorrido pasa por la prehistoria y la Conquista, la Colonia, la Independencia y la República, y elementos de usos y costumbres, como una cocina tradicional que reconstruyeron hace no mucho tiempo. A veces la historia se cuenta con objetos, como en la República, que hay un comedor y una alcoba, o en la Independencia, que hay elementos que pertenecieron a los próceres. A veces con obras arqueológicas o documentos. Más de 600 piezas para escuchar la historia, para reconstruirla o para reírse de las anécdotas.

En una de las salas, la que está en renovación, hay un altar y un púlpito, con los cuatro evangelistas pintados y un ángel que acomodaban porque solían tener cinco imágenes. Aunque los dos objetos ya estaban, la idea es darles un espacio para mostrarlos como se usaban en la colonia, porque la intención es no solo que la gente los vea, sino contarlos en contexto. “Ese momento fue tan espiritual, que ahora queremos una mirada desde la parte eclesiástica”, dice Marta Villafañe, la directora.

También van a hacer un homenaje al cementerio que les destruyó un padre, sigue ella, y si de elementos de muerte se trata, una de las piezas extrañas, bellas, para mirar despacio son las tumbas de pelo, que fue costumbre en una época, unos cuadros que tejían, entre otras cosas, utilizando el pelo del muerto.

Las anécdotas pasan de una sala a la otra, mientras de pronto los niños van a tocar piano o a seguirle el paso a la profesora de canto. En la alcoba está la bandera de guerra de los liberales, y Marta cuenta que al principio les sonó extraño, porque Santa Fe era muy conservador. Revisando encontraron que la bandera conservadora está en Rionegro, pueblo liberal, y que fue que Rafael Uribe Uribe negoció la paz con el general Ospina e intercambiaron las banderas. La que ellos tienen estaba en la casa de los Ospina.

Porque si algo es importante en este espacio es que la comunidad ha participado. “Yo podría decirte —continúa Marta— es que este museo corresponde a lo que hoy se conoce como museo comunitario”.

Dos políticos, Octavio Arismendi y Fernando Gómez, gestionaron en el Senado la ley 150 con la que se declaró a Santa Fe como ciudad patrimonio, y se creó el museo, en 1960. El pueblo se unió y con la que fue la primera directora, doña Merceditas Gómez, recogieron entre todos muchas de las piezas que hoy están. En 1970 se abrió.

Marta recuerda que a ella le entregaron el museo en guacales, hace siete años. En 1996 el Juan del Corral fue cerrado por 13 años porque se estaba cayendo. Para recuperarlo, la familia del prócer constituyó una fundación, y con el Ministerio de Cultura y la Alcaldía Municipal, es que ahora funciona y es, incluso, “un museo privilegiado”.

Para la directora la filosofía que guía este espacio de cultura es posmoderna, porque no es solo un guardián de “vejestorios”, sino un lugar que dialoga con el presente. Por eso todas las actividades que hacen con el público —hasta taller de mariposas—, y las exposiciones temporales en las que han tenido obras de Luis Caballero y este año esperan exhibir a Débora Arango. “Nuestra misión es ser un agente cultural. Es mucho más que guardar, es investigar y ayudar a que no se pierdan las costumbres”.

Un museo que parece pequeño —ya se les quedó pequeño, se ríe ella, tanto que piensan en las casas del lado—, que propone ideas desde la historia, el arte, la naturaleza. Todo es posible. Porque el que entra al Juan del Corral aprende de esa Santa Fe de Antioquia que hay que recorrer para llegar a la calle de La Amargura donde está la casa, que parecida a todas las demás —aunque es una de las dos únicas de estilo republicano del pueblo—, es un museo que las cuenta, que se cuenta, que relata una ciudad.

Infográfico

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD