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Sentirse tediosamente teórico en su discurso llevó a Omar Obed Meneses Vásquez a lanzarse hacia los niños después de navegar en el ámbito universitario. Con este movimiento se retó para descubrir si conocía algo de educación. “Y me di cuenta que no sabía nada de pedagogía, aprendí con ellos”. Antes estudió Licenciatura en Filosofía en la Universidad Pontificia Bolivariana, y Lingüística y literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Hoy trabaja en la Institución Educativa Cocorná, a 49 kilómetros por carretera de Medellín.
Este profesor, de 56 años, está convencido de que en un país como Colombia es imperante formar sujetos políticos tempranamente. Y cada que ha tenido oportunidad se ha embarcado en ese viaje. Empezó a trabajar a los 23 años y pasó 15 educando en San José del Guaviare.
En su clase de ética y valores se inició como otros profes, dictaba y revisaba cuadernos. Ahora trabaja duro para que los niños elaboren sus discursos propios. Hace uso de otros dispositivos y metodologías para que aprendan a argumentar alrededor de un problema. Uno de ellos es el libro La Aldea, una colección de ocho cuentos creado por la agencia de pedagogía colombo-francesa ClickArte.
“Si el niño no ve en la clase la utilidad y el sentido que esta tiene en su contexto, no le va a interesar”, agrega Obed. Antes de usar el material de La Aldea -que el pasado domingo se lanzó como libro en la FILBO 2019-, hacía como algunos profesores de educación básica: dictaba y revisaba cuadernos. Antes lo hacía teóricamente. “Como decía Paulo Freire, el educador y filósofo: acumulativamente”, precisa.
Pensó que asuntos de corrupción o el fenómeno de Odebrech no interesarían a los niños y la sorpresa que se llevó: “uno cree que ellos no se ocupan de la realidad del país y sí”.
Y es que La Aldea narra una colección de historias de una comunidad de animales diferentes que presentan conflictos, defienden ideas y buscan soluciones.
Emmanuel Neisa, politólogo y uno de los creadores de esta historia, dice que es una estrategia para abrir conversaciones en los salones de clase y en los hogares sobre lo que acontece en el país; una especie de metáfora de Colombia. Además, es una herramienta para que los niños reflexionen sobre la importancia de la diversidad, la igualdad de derechos, la forma de establecer acuerdos y reglas, y sobre cómo solucionar conflictos a su alrededor.
Por ejemplo, Enrique, el camaleón, obtiene rechazo de los demás, “lo mismo que pasa con la inmigración”, dice Obed. Y agrega también que él se deshace rápidamente del personaje porque en su experiencia la discusión álgida se da cuando se llega al plano de lo cotidiano y lo social.
De hecho, llama la atención sobre lo fácil que es que incluso los niños censuren a sus políticos locales con nombre y apellido sin mayores criterios o sin trascender el concepto a nivel personal. Dice que aquí es dónde más presenta problemas. Este parece ser un vacío que aún no se soluciona, tal vez “porque los niños no reciben suficientes elementos de la familia y el contexto en el que viven para comprender que el problema no es el sistema sino que ellos mismos son el sistema”, concluye Obed.
Se pueden entablar diálogos complejos con los niños. No tenga miedo.
Esta es la apuesta de este nuevo libro. De acuerdo con la agencia de pedagogía ClickArte creada en 2011, a través de sus historias han permitido que más de 40 colegios innoven en sus metodologías y que organizaciones no gubernamentales y fundaciones acompañen a niños y jóvenes en procesos de lectoescritura, construcción de ciudadanía y conservación del medio ambiente.