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Los 80 años no tienen que pesarle a Vargas Llosa

El escritor cumple hoy 80 años. Se mencionan creadores a quienes esa edad no los ha detenido.

  • Además de literatura, Vargas Llosa practica el periodismo de opinión y no es ajeno a la política. FOTO Reuters
    Además de literatura, Vargas Llosa practica el periodismo de opinión y no es ajeno a la política. FOTO Reuters
28 de marzo de 2016
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El arte es un bálsamo que mantiene jóvenes de cuerpo y mente, en especial de la segunda, a quienes se han dedicado a él. Por eso, que Mario Vargas Llosa cumpla hoy ochenta, no significa forzosamente que entre en una edad en la que vaya apocándose.

Casos hay muchos. En la música, ni hablar. El bongosero Roberto Roena sigue tan campante, dando de qué bailar, cuando tiene 86 años. El pintor Fernando Botero tiene 83 y sigue creando. La cantante Chavela Vargas murió en 2012 de 92 años y en 2010 estaba todavía dando conciertos. Aquí, entre nosotros, acaba de morirse la pintora y bailarina de tangos Dora Mejía, el pasado 24 de marzo, a los 92 años. Ella apenas estaba descargando el pincel y desabrazando a su compañero de baile cuando se extinguió.

Y en las letras, los ejemplos también abundan. Tal vez el primero que se venga a la mente de todos es el de Ernesto Sábato, que murió de 100 años —también fue físico y pintor— casi desesperado por la soledad, tras haber sufrido la muerte de su compañera, Matilde Kusminski, en 1998

Premio Cervantes en 1984, el autor de El túnel escribió, después de los 80 años, obras como Antes del fin, sus memorias; La resistencia, un ensayo crítico sobre la vida moderna, el individualismo, la necesidad de la comunicación, entre otros asuntos.

Roto violín

Hay un gran ensayo de F. J. Díez de Revenga titulado Poesía de senectud (Editorial Antropos, 1988), en el que alude a las obras hechas en esas cúspides de la existencia por algunos poetas, entre ellos a la del español León Felipe, quien fue también dramaturgo. Algunos de sus poemarios escritos y publicados cuando decía de sí que era tan viejo como el rey Lear son: ¡Oh, este viejo y roto violín!, Como tú, La luna, y Rocinante.

¡Yo te saludo, Rocinante!/ ¡Viejo caballo sin estirpe!.../ ¡no tienes pedigree! (...)/ el loco centauro del delirio (...)/ el único caballo del mundo/ que conoce la palabra justicia,/ el que condujo en su espinazo magro y sufrido/ la humana y divina locura de España...

Ah, claro, y cómo no hablar de la lúcida Margarite Yourcenar. Esa mujer que nos presentó a uno de los seres más inteligentes que se puedan conocer, el emperador Adriano, publicó El tiempo, ese gran escultor; Cuentos orientales; ¿Qué? La eternidad, y De vuelta por mi cárcel, en esos años. Y justo a los 80 se convirtió en la primera mujer en integrar la Academia de la Lengua Francesa y, a los 82, fue galardonada con la Legión de Honor del país galo.

Insignificancia

Un punto alto también lo pone Milan Kundera. Nacido en 1929, este escritor cuya vida es una novela, primero por su militancia en el partido comunista en su Praga natal, después, por la persecución de que fue objeto por parte de este mismo organismo, y su posterior exilio a Francia, es dueño de unas novelas profundas, analíticas y de títulos contundentes como La inmortalidad, La broma, El libro de los amores ridículos. Publicó, a los 81 años, La ignorancia, una novela que alude no al desconocimiento, sino a la ignorancia de quien extraña a causa del destierro. A los 86, los ensayos El telón, en torno a la novela, y Un encuentro, sobre arte y literatura. En 2014 fue noticia por la publicación de su novela La fiesta de la insignificancia.

En 2013 la canadiense Alice Monro recibió el premio Nobel de literatura, por una obra literaria conformada más que todo por cuentos. De origen campesino, reconoce la influencia de otros cuentistas como Katherine Anne Porter, Flannery O’Connor, Carson McCullers y Eudora Welty, pero aunque no los hubiera mencionado, al leer sus relatos, su estilo los haría recordar. Reservada con la prensa, la narradora, llamada “la Chéjov canadiense” por su calidad, ha publicado después de cumplir los 80 años, en 2011, el libro Mi vida querida, de gran suceso y buen recibimiento por los lectores. El año en que cumplió la cifra que nos tiene evocando un nombre y otro nombre, Munro recibió el Premio Tormenta, en España, por Demasiada felicidad.

También muy conocido por sus cuentos, a veces fantásticos, es Adolfo Bioy Casares. Este escritor bonaerense escribió a veces en compañía de Jorge Luis Borges. Le adjudicaron unos volúmenes que no reconoció de su autoría, como los de cuentos Luis Greve, muerto, y 17 disparos contra el porvenir. Ese autor, fallecido en 1999, a los 85, publicó, después de los 80, la novela De un mundo a otro, el libro de cuentos La magia modesta, el ensayo De las cosas maravillosas, y actualizó con aplicación sus diarios, que también se publicaron.

Hundidos en el tiempo

Yendo al siglo diecinueve, encontramos a Victor Hugo, el de Los miserables, que vivió tan intensamente sus 83 años, que puede decirse que dejó de pensar, de hacer política, de escribir, cuando se le apagó la última de las neuronas, el 22 de mayo de 1885. El archipiélago de la mancha fue publicada dos años antes de su muerte.

Viajando más atrás en el tiempo hallamos a Voltaire.

Además de ensayista, fue historiador, filósofo, abogado y poeta. Nacido en París en 1694 y muerto en 1778, dicen algunos biógrafos que vivió moribundo o, más bien, enclenque, toda su vida.

Muy célebre por una visión clara y crítica de su época, son muy leídas sus Cartas filosóficas, su Cándido o el optimismo, y muy consultado su Diccionario filosófico.

Pero hay que decir que al cruzar el umbral de los 80 años, no lo abandonaron el vigor ni el sarcasmo de sus escritos. Sus últimos pensamientos sobre la cultura y el mundo quedaron consignados en el ensayo Diálogos de Evéremo. Otros dos títulos corresponden a aquel momento.

La lista es infinita. Quien crea que Vargas Llosa no tiene esperanzas, se engaña.

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