El traslado de las cenizas de Gabriel García Márquez de México a Colombia y la instalación del cofre que las contenga para siempre en una universidad de Cartagena, merecen un cuento.
En días posteriores a su muerte, en México, el 17 de abril de 2014, los mexicanos daban por hecho que las cenizas quedarían en su suelo. Habían querido tanto a Gabo, que les parecía absurdo que los despojos salieran de allí.
En esas fechas, el embajador de Colombia en México, José Gabriel Ortiz, anunció por televisión que las cenizas quedarían allá, pero no descartaba que una parte de ellas se trajeran a Colombia, para rendirle homenaje nosotros también.
El año pasado se reveló que las cenizas llegarían a La Heroica. La Universidad de Cartagena comenzó trabajos para acondicionar el patio central del Claustro de La Merced, al lado del Teatro Adolfo Mejía, para instalar un pedestal cúbico de mármol, donde se depositarán las cenizas que se cubrirán con un busto del Nobel esculpido por la artista británica Katie Murray. La fecha de entrega sería el 12 de diciembre de 2015. Las obras se retrasaron y se pensó que la ceremonia se realizara el 6 de marzo, cuando se cumplieran 89 años del nacimiento del autor de La mala hora.
Escarbando los suelos del patio, los albañiles hallaron un aljibe subterráneo que, según los arqueólogos, se trataba de un acueducto de hace 300 años, de modo que debía preservarse como un elemento patrimonial.
Las obras se atrasaron otro tanto y se decidió que el domingo 22 de mayo se realizara la conmemoración.
“Para mí —dice Jaime García Márquez, hermano de Gabo— la repatriación de las cenizas y el homenaje de la Universidad me llenan de una satisfacción inmensa”.
Realizador de recorridos por sitios importantes para el escritor, en los que incluye la calle San Juan de Dios, donde está El Universal, periódico para el que escribió el Nobel por primera vez, Jaime añade: “Aspiro a que se convierta en sitio de constante visita”.
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