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Lorde abandona la adolescencia bailando

La cantante neozelandesa presentó su segundo trabajo de estudio, en el que retrata su paso a la adultez.

  • Lorde abandona la adolescencia bailando
04 de julio de 2017
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Hay una belleza salvaje en Lorde. La cantante, de 20 años, se ha calzado la industria pop, la ha amoldado a su gusto y el resultado es, para muchos, el mejor álbum del año.

El crítico de música, Chris Wilman, de la revista especializada en entretenimiento Variety, lo describe como “el mejor disco moderno-pop de 2017 hasta ahora, de lejos. Un salto significativo”.

La factura de Melodrama, su segundo larga duración, es impecable. Canciones escogidas con pulso, que van abalanzándose una sobre otra. Desde Green Light, el primer sencillo y tema que abre el disco, se siente el frenesí de una noche que es larga y llena de matices.

Esta métrica de altos y bajos sorprende con las letras tanto como con los arreglos. Amor, desamor, soledad, pasión pasados por el filtro de la voz del nihilismo de esta generación que vive todo en pantallas de cinco pulgadas.

Frases bien construídas como: “Dijo que había cometido un gran error al bailar en mi tormenta, dijo que era venenosa. Entonces supongo que debo irme a casa, a los brazos de la única persona que amo” que describen la soledad de la juventud con belleza y exactitud.

El sonido bien definido

Lo más interesante de Lorde es que ha encontrado un sonido propio. Ya lo habíamos escuchado en Pure Heroine, el primer disco, y se confirma al escuchar este álbum.

Homemade Dynamite, Sober II o Supercut son temas que continúan la línea de Royals y que, de nuevo, definen a una cantante que se presenta como una artista pop llena de texturas y de capas: una especie de poeta beat que baila hasta la madrugada con su grupo de amigas, que incluye, para bien o para mal, a Taylor Swift, es decir que está en el corazón de Hollywood pero sigue siendo una intrusa, una desarraigada.

Su voz es un punto alto. Es profunda y cavernosa en canciones que lo ameritan, prolija cuando toca y dulce e inocente en cortes como Writer in the Dark, bien lograda, con un estribillo melódico.

La cantante anticipó en twitter que este disco retrata ”los dos años anteriores, salvajes y fluorescentes”, y esta metáfora del fin de la juventud.

Llama la atención y, mejor aún, se siente a través de cada una de las canciones esa sensación que produce ganas de bailar. Su música transmite la visión mordaz de una artista que entró en la adultez, no sin dar pelea y sacarle todo el provecho a su adolescencia, entre amigos famosos, Grammys a los dieciséis y parrandas de días enteros.

20
años cumplió la artista en noviembre del año pasado.

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