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Aunque se ha vuelto un experto en cazar instrumentos, Stephan Micus no sabe si a veces es él quien los busca o si simplemente pareciera como si ellos le siguieran la pista.
El músico y multinstrumentalista cree que desde los 16 años esa ha sido su pulsión vital: visitar lugares fuera de su natal Alemania para encontrarse de cerca con los instrumentos que vienen de fuera: esos que nacieron en poblaciones aisladas, esos que desconoce o esos que solo una cultura sabe interpretar.
La historia se ha repetido tantas veces que ya perdió la cuenta de cuántos ha aprendido a tocar. E incluso, ese gusto creció de tal forma que los empezó a crear.
Otro tipo de visitante
Si hay algo que el músico tiene claro es que no ha sido solamente un turista, porque lo suyo no se trata de posar delante de los monumentos, gracias a los instrumentos ha logrado convivir con la gente.
“Si estás buscando algo, sean instrumentos o cualquier otra cosa, entonces tienes que encontrarte y hablar con gente que te muestra las cosas . Si después estás estudiando algo o te quedas en un país es la forma ideal de conocer la cultura”, cuenta.
Su proceso lo remite a buscar algún maestro en su arte que dedique un tiempo para enseñarle. Puede ser de meses, pero así le ha funcionado.
Muchos le preguntan si puede enseñarles a interpretar alguno de los que él ya domina. “Siempre les digo que no, porque tienes que viajar hasta allí, no se trata solamente de aprender música. Para comprenderla realmente tienes que ver todo el paisaje, la poesía del país, la arquitectura y la naturaleza... Todo eso hace parte de la música también”.
Unir dos culturas
Se presentó en Medellín en abril y este martes tendrá un concierto en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional en Bogotá. En su más reciente producción, White Night, Micus decidió usar una guitarra de 14 cuerdas que él inventó. Pero además de esta aptitud, le encantan las fusiones.
Por eso, en ese mismo álbum destacó dos instrumentos que por lo general no están conectados: el duduk, oboe de Armenia, y la calima, proveniente del este y el sur de África. Son de un carácter muy diferente. “El duduk siempre lleva un poco de melancolía y en cambio la calimba es un instrumento que siempre tiene alguna alegría”.
Así como con los seres humanos, con los instrumentos hay dudas frente a si esa relación podrá funcionar o no. ¿Si empatará un instrumento de Japón con uno de India?
Esa es una labor en la que el músico alemán se ha vuelto un experto en más de una veintena de discos.