viernes
7 y 9
7 y 9
Familias con camisetas, banderas en carros y casas envueltas en telas blancas y verdes fueron algunas de las imágenes que se vieron en Medellín durante la previa de la final de la Liga BetPlay en contra del Tolima. Los papás paisas esperaban que, en su día, se hiciera el milagro: la estrella 17, tras cinco años de espera.
La fiesta verde arrancó muy temprano. Algunos les pusieron camisetas a sus mascotas y las pasearon por el barrio; otros prepararon las vuvuzelas, decoraron motocicletas y autos, y emprendieron recorridos por sus barrios.
En los sectores vecinos del Atanasio Girardot y el centro de la ciudad, los comerciantes hicieron su agosto. Vendieron camisetas del club verdolaga, cornetas, globos y banderas.Entre tanto, los hinchas se desplazaban al estadio y sus alrededores, con miras a la celebración.
El pitazo inicial llegó a las 7:01 de la noche, por parte del central Andrés Roja. Sin embargo, los rostros expectantes, esperanzados en los dos goles de ventaja con los que llegó Nacional a Ibagué, se transformaron pronto en angustia.
En los primeros minutos del compromiso fueron varias las llegadas del oponente. Más de un lamento se escuchó en los bares de la 70, en los corredores comerciales de El Poblado y Laureles, y en otros barrios de la ciudad.
Los dos goles de Tolima, en los minutos 17 (por un autogol de Emanuel Olivera) y 35 (con gol de Juan Fernando Caicedo), dejaron sin respiración a la hinchada. La cuenta se igualó. Los gritos de aliento cesaron por momentos y en los ojos de los expectantes se recreaba la misma emoción: desconcierto.
El segundo tiempo acompañó de mejor manera a Nacional. Un gol de Dorlan Pabón, que luego fue descontado por fuera de lugar de Jéfferson Duque, le devolvió el ímpetu a los hinchas que se dieron cita en varios puntos de la ciudad. Muchos ya se resignaban a los penales.
En el minuto 90+1 del partido, Jarlan Barrera desequilibró el marcador y puso a Nacional por encima de la serie. El aire le volvió a la hinchada verdolaga, que sentía que, por un momento, se escapaba la 17: el regalo que esperaban muchos padres.
Tras el pitazo final del central en el estadio Manuel Murillo Toro, el júbilo embargó a los paisas que acompañaron el juego final del equipo liderado por Hernán Darío Herrera. Los rostros inquietos por el resultado migraron a un estado pletórico, mediado por abrazos, lágrimas y risas, tras cinco años de espera.