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El hoy de los campeones

Algunos murieron, otros están ligados al fútbol. Juan Jairo Galeano cuenta, emocionado, que el socio de su negocio hoy se llama Andrés Escobar.

  • Juan Jairo Galeano conserva la camiseta número 9 del 89. Acá, en sus facetas de empresario, jugador, y asistente técnico. FOTOs Camilo Suárez y Archivo ec.
    Juan Jairo Galeano conserva la camiseta número 9 del 89. Acá, en sus facetas de empresario, jugador, y asistente técnico. FOTOs Camilo Suárez y Archivo ec.
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El hoy de los campeones
27 de mayo de 2019
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La vida está llena de paradojas. El mejor amigo de Andrés Escobar era Juan Jairo Galeano, exquisito goleador verdolaga del equipo campeón de Copa Libertadores, considerado uno de los mejores cabeceadores en la historia del fútbol colombiano. Galeano era, para Andrés, un hermano más. Y hoy, Juan Jairo, con ojos llorosos, dice que el socio de su negocio también se llama Andrés Escobar.

Treinta años después de la hazaña hablamos con el “Andino de Oro”.

¿Qué mantiene fresco de ese 31 de mayo de 1989?

“Recuerdo cómo un grupo de líderes como Francisco Maturana, Hernán Darío “Bolillo” Gómez, Diego Barragán, Elkin Sánchez, Hugo Gallego y Oswaldo García, integrantes del cuerpo técnico, lograron cambiar la mentalidad, pensamientos, forma de actuar y de vivir de 25 o 30 personas para hacernos capaces de lograr lo que nos propusimos”.

¿Qué ha pasado en su vida en las últimas tres décadas?

“Después de esa Libertadores sucedieron momentos deportivos lindos, difíciles, de alegrías, pero también de llanto como no haber podido ir al Mundial del 90 por una lesión, y la muerte de mi gran amigo y hermano Andrés Escobar. Después, el retiro del fútbol que es una circunstancia en la cual el ser humano y el jugador colombiano no está bien preparado para asimilarlo. Eso me sumió en un momento de depresión grande que logré superar y me preparé para enfrentar la vida sin fama, gloria y reconocimiento, en el anonimato”.

¿Cuál fue el papel de los seres queridos en esos años?

“Tengo una familia numerosa, que siempre fue cercana. Ya no están nuestros padres, pero seguimos adelante con esa unión. Somos 6 hermanas y 4 hombres y salimos adelante con lucha, esfuerzo, actitud y ganas. A mi vida también llegó el legado más preciado que tiene todo ser humano, una linda esposa, Isabel, una mujer íntegra, con bases personales, sociales y culturales que han llenado el resto de mi vida. Ella es mi mayor logro personal, además me ha regalado dos hijos, Tomás y Sara. Ya son 16 años de casados, llenos de felicidad, amor, bendiciones y trabajo, que logramos conseguir de la mano de Dios”.

¿A qué se dedica hoy?

“Después de trasegar por el fútbol como jugador y haciendo parte del cuerpo técnico del Sachi Escobar en muchos equipos durante 10 años (dos veces campeón con Nacional, en 2006 y 2011), llegó el momento en que opté por darle un giro a mi vida e incursioné en el ámbito laboral y comercial creando una empresa con un socio homónimo de mi gran amigo, Andrés Escobar.

El nombre de la compañía es Gaica Soluciones de Empaque y Embalaje. Apoyamos a grandes empresas en lo que concierne a sus desarrollos. Hemos crecido y ya llevamos 10 años en el mercado. Un tema totalmente distinto al fútbol y estamos avanzando y poniéndole el pecho a la brisa en un país donde no es nada fácil crear empresa”.

¿Habla todavía con sus compañeros de plantel

de ese 89?

“Lo más lindo que pasó en el 89 fue que formamos una familia y esa fue la base del éxito. Todos tirábamos para el mismo lado, disfrutábamos con todo, teníamos una capacidad de asombro sobre los detalles pequeños y grandes. Reíamos y llorábamos juntos. Si ganábamos éramos todos y si perdíamos también; mantenemos una linda amistad. Tenemos un grupo de whatsapp en el que, permanentemente, nos conectamos y comentamos de la vida de cada uno. De manera que esa familia sigue vigente y les hacemos fuerza a todos para que nos vaya bien. Algunos aún están ligados al fútbol como técnicos: Alexis García, Leonel Álvarez, Chonto Herrera, Humberto Sierra y Jimmy Arango, y algunos en otros campos como John Jairo Tréllez, en Turbo; Luis Carlos Perea, en Estados Unidos (ver uno por uno). Otros se han perdido por distintas circunstancias, pero los recordamos como a Gildardo Gómez. Guardo cariño, respeto y un reconocimiento muy grande por todos ellos”.

Y los que murieron ¿qué?

“Ese es el tema más difícil para nosotros, porque el recuerdo sigue intacto en el corazón. Andrés no se ha podido ir del sentimiento, es humanamente imposible olvidarlo por todo lo que representó. También, Ómar “Torito” Cañas, un muchacho indescifrable que como te podía salir con un chiste, te salía con una locura. El “Palomo” Usuriaga mantuvo siempre alma de niño, fue cercano y los pelaos lo querían demasiado. Felipe Pérez era una incógnita, no entendíamos por qué camino andaba, pero para el grupo era un muchacho chévere e importante. Níver Arboleda marcó una huella porque era un joven conciliador, buen compañero y excelente ser humano”.

¿Le gustaría regresar a dirigir o como asistente?

“Los que hemos estado ligados a este deporte sabemos que esa chispa se mantiene y es imposible apagarla. Quizás hoy estoy más actualizado que cuando estaba como asistente técnico y no descarto una posibilidad de regresar pero, de todo corazón, al único equipo que volvería sería a Nacional”.

¿De dónde surgió el apodo del “Andino de Oro”?

“Me lo puso el narrador Luis Fernando Múnera Eastman. Cuando empecé en la Selección Antioquia me adjudicó ese remoquete porque yo era de Andes y de oro porque en esa época jugaba Paolo Rossi que era el ‘Bambino de Oro’ y él relacionó ‘Bambino’ con Andino y así me quedé”.

¿Qué recuerda de la noche del título?

“Una combinación de tristeza y alegría. Felicidad porque ganábamos la Copa Libertadores y tristeza porque nos tuvimos que quedar en Medellín tres jugadores que estábamos lesionados: Chonto y yo, operados de rodilla. Yo era el titular, pero por las lesiones le tuve que dejar el lugar al Palomo y gracias a Dios fue la gran figura del equipo en esa Libertadores”.

¿Alguna anécdota curiosa?

“Sali a la calle como un aficionado más a recibir al equipo y ver la caravana. Ahí en la Cuarta Brigada pasaba Andrés Escobar en un transmóvil, lo pararon, se orillaron, y me obligaron a subir para terminar la celebración en el estadio”.

¿Cuál es el legado de esa generación?

“Es que aún, después de 30 años, parece que hubiera sido ayer. Por donde uno va se mantiene el reconocimiento de la gente por esa gesta maravillosa”.

¿Qué similitud hace de ese grupo con el Nacional campeón de 2016?

“El juego se parece, siendo en el 89 de los puros criollos (jugadores colombianos) y en 2016 con algunos extranjeros. También, la similitud de dos técnicos con un pensamiento parecido como la de Pacho Maturana y Reinaldo Rueda, ambos filósofos del fútbol con teorías que defienden el juego, la lúdica y la diversión por encima de cualquier cosa”.

¿a qué se dedica el cuerpo técnico del equipo campeón?

El hoy de los campeones

Francisco Maturana era el líder del cuerpo técnico de Nacional en 1989, su asistente fue Hernán Darío Bolillo Gómez, mientras que Diego Barragán, el preparador físico. Hoy, a sus 70 años, Maturana es miembro de la Comisión de Fútbol de la Fifa, y espera un proyecto importante para dirigir tras su última experiencia como entrenador con el Caldas (2017). Así mismo, disfruta de su familia y, sobre todo, de su nieto. Por su parte, el Bolillo, con 63 años, es el seleccionador de Ecuador, conjunto que dirigirá en la Copa América de Brasil y Eliminatorias del Mundial de Catar-2022. Diego Barragán, con 62 años, acaba de asumir las riendas del club Unión Comercio de Perú como técnico principal. Además de ellos tres, hacían parte de ese grupo Hugo Gallego, retirado del fútbol profesional y dedicado a forjar talentos en su club; Elkin Sánchez, quien está al lado de Bolillo en Ecuador; Nelson Gallego, dedicado a su escuela de fútbol Corporación Deportiva Gallegol; Roberto Vasco, entrenador de arqueros en el club Estudiantil; Juan Eugenio Jiménez, coordinador de las inferiores de Rionegro, y Oswaldo García, preparador físico del Atlético Valle del Chota, en Ecuador.

Infográfico

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