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En casa, a lado de sus padres Carlos Castro y Alejandra Hoyos y de la hermana María Paula, el futbolista Daniel cuenta los días para volver a las canchas con el Medellín. Está en la última fase de recuperación del desgarro en los isquiotibiales del muslo derecho que lo sacó de la competencia, y dice que no ha recibido el alta médica debido a la cuarentena.
El joven sabe que el equipo lo necesita en óptimas condiciones, luego de la lesión que sufrió su compañero Yulián Gómez, quien tiene una incapacidad de 5 meses.
“En estos días tengo la ventaja de que estar con mi papá, con el que juego tenis-fútbol y entreno. También saco tiempo para leer libros de superación personal”, cuenta el zurdo que desde los 7 años (tiene 21) se forjó en las bases del DIM.
Aclara que si bien su padre es uno de los goleadores históricos del Poderoso, en la familia se habla lo normal de su deporte y nunca se ha sentido presionado por él. “Desde muy pequeño he tenido que soportar comparaciones en la calle, pero lo aprendí a manejar. Eso, más que una carga, es una motivación para mí”.
Daniel se desempeña como lateral izquierdo, aunque en sus inicios fue centro delantero, luego extremo y a medida que fue creciendo y con las indicaciones de los entrenadores, sintió que podía aportar más como defensor, en una posición en la que el fútbol colombiano tiene pocos jugadores de buen nivel.
“Eso me dicen los amigos de mi papá, que aproveche mi técnica”, expresa Daniel, quien terminó el bachillerato en la UPB y se dedica a consolidarse como futbolista profesional.
Debutó con el Atlético en la Primera B y su estreno con el DIM fue el 10 de octubre de 2019 en el triunfo 3-0 sobre Cúcuta en el Atanasio. Una fecha que no olvidará por todo lo que experimentó en la cancha, sensación que quiere volver a sentir pronto.