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Palavecino, el goleador jovial

Varios compañeros que tuvo en Atlético Nacional recordaron al argentino que falleció este domingo. Todos lo valoraron como un tipo excepcional.

  • Palavecino, junto a Eduardo Vilarete y Hugo Horacio Lóndero en 2017, durante los 70 años de Nacional. FOTO Julio césar Herrera
    Palavecino, junto a Eduardo Vilarete y Hugo Horacio Lóndero en 2017, durante los 70 años de Nacional. FOTO Julio césar Herrera
18 de agosto de 2020
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Oswaldo Marcial Palavecino se fue sin cumplirle la promesa a su amigo Eduardo Retat de ir a una cabaña en Taganga, Santa Marta, a disfrutar con las familias de ambos.

“Le había hecho una invitación para que viniera a una cabañita que tengo ahí, pa’ que descansara y se bañara en el mar”, cuenta el exfutbolista y técnico samario, quien compartió plantel con el goleador en Atlético Nacional (1977-79).

Con la voz entrecortada y aún sin entender qué fue lo que sucedió, Retat recuerda a su amigo: “Soy más viejo yo que él y la última vez que lo vi estaba en perfecto estado de salud, no me explico que pudo haber sucedido. Me ha golpeado mucho”.

Para él, Palavecino era un ser humano excepcional: “No lo digo porque se murió, porque siempre dicen que todo el que se muere fue muy bueno, él sí lo era de verdad. Un tipo muy humilde, un provinciano que como jugador dejó huella, hacía goles, buena persona, hablaba bajito, mejor dicho, me quedo corto para describirlo”.

Dice Retat que, lastimosamente cuando todo estaba listo para que su amigo lo visitara en Santa Marta, llegó la pandemia. “No se pudo hacer por esta epidemia, es lamentable lo sucedido”.

Otro que compartió vestuario con el delantero argentino fue el técnico Pedro Sarmiento, quien recuerda que en esa época, el técnico Oswaldo Zubeldía tenía un gran problema porque eran tres números 9: Guillermo La Rosa, Eduardo Vilarete y Oswaldo Palavecino.

“Había que tirarles la pelota para ver cuál de ellos cabeceaba más duro y hacía más goles. Hasta que se fue formando el equipo y finalmente quedó Pala de 9”.

Sarmiento agrega que más allá de lo que hizo como futbolista, “fue un gran amigo, un personaje con un inmenso valor humano, un hombre de familia, humilde, sencillo, cariñoso. Nunca me tocó verlo enojado, era tímido”.

El técnico antioqueño destaca también su profesionalismo: “Se entrenaba muy bien y cabeceaba muy duro. Él le demostraba a uno qué clase de profesional era, porque después de que terminaba el entrenamiento se quedaba esperando a que le tiraran centros, En fin, era un hombre maravilloso y de muy buenos sentimientos”.

Hernán Darío “El Arriero” Herrera, quien fue uno de los hombres que más le ayudó a convertirse en artillero en Nacional, también rebobinó el casete y dijo que, como compañero, fue una gran persona.

“Cero problemas, cero indisciplina, un hombre muy culto y trabajador y un gran jugador y goleador”.

Herrera manifiesta que le tocó jugar muchos partidos con él y de esa manera se dio cuenta que dentro del área era muy inteligente para quedar siempre perfilado a gol.

“Con él me comprendía muy bien, tanto en la cancha como fuera de ella. Yo sabía que solo era tirarle el balón a cierta parte del área y él la metía, porque se movía muy bien entre los defensores”.

Gracias a esa personalidad apacible y humilde, cuenta “El Arriero”, que Oswaldo Marcial se ganó el respeto de todos.

“Me deja una excelente imagen como persona y futbolista y gracias a su forma de ser fue que lo quisimos tanto en Nacional”.

De esa manera, no solo en la memoria de quienes lo conocieron, sino también de los hinchas que lo vieron jugar, quedará la imagen de ese goleador que lucía una balaca en la frente y una manilla de esparadrapo en la muñeca, y que generaba temor en los porteros del fútbol colombiano. Guardametas como Pedro Zape y James Mina, entre otros, sufrieron lesiones en sus manos víctimas de la potencia de los remates del atacante argentino que forjó su historia en Colombia

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