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Lo que se pone tiene una historia (y una lucha)

La ropa, tan cotidiana, tiene un proceso histórico y en su momento implicó una disputa social.

  • Foto: Stock Up.
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<p> Lo que se pone tiene una</p><p>historia</p><p> (y una lucha)</p>
25 de marzo de 2019
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Pasaron muchos años para que las mujeres usaran pantalones con tranquilidad. Sí, esa prenda que hoy es vital en el armario femenino fue motivo de burla. A las primeras que se atrevieron a usarlo a partir de 1900 se les reían en la cara en París, no solo los hombres, también sus compañeras de género.

“Por aquel entonces, que una mujer se pusiera un pantalón se leía como una pérdida de la feminidad y como una pretensión malsana de querer escapar del dominio masculino igualando al hombre en apariencia”, precisa el docente de la facultad de Diseño de Vestuario de la UPB, William Cruz Bermeo.

Los pantalones para las mujeres no fueron las únicas prendas que marcaron diferencia, hubo otras que generaron modificaciones significativas y hacen que hoy nos vistamos así, “muchos de esos cambios surgieron por temas independientes a la moda misma, en los años 60, particularmente, hubo transformaciones en la historia que necesitaban reflejarse a través del recurso más inmediato que el hombre tiene para comunicarse que es su apariencia estética externa y la moda ha sido fundamental”, cuenta Adriana Betancur Betancur, subdirectora de Interculturalidad de la Colegiatura.

Valorar la historia

Para Cruz Bermeo, es imprescindible hacer conscientes a los estudiantes de su curso de Historia de la Moda en UPB, por ejemplo, “que muchas de las prendas que llevan puestas, y dan por cotidianas, tienen un proceso histórico y suelen ser el símbolo de una lucha o un avance social”.

Por todo lo que pasó en esas revoluciones de la moda es que hoy nadie cuestiona que una mujer use pantalones, minifaldas o tenis o que los hombres se vistan con jean en el día a día.

La ropa que se usa en la cotidianidad “sirve para leer una avanzada tanto en las costumbres sociales como en la economía misma y cómo muchas de esas prendas cambian de sentido simbólico con el paso del tiempo. Los jeans cambiaron de prenda de trabajo a prenda de culto y también ha cambiado el sentido que les damos a los tenis”, detalla el profesor.

Al mirar su clóset para elegir qué prenda usar, puede agradecerles a quienes lucharon por el uso de ese pantalón que tanto le gusta, ese jean con rotos y desgaste o esa minifalda para irse a una fiesta. El vestir es hoy más abierto y disruptivo gracias a todo lo que se ha ganado a través de los años.

Los pantalones

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Cuenta Charlotte Seeling en su libro Moda, el siglo de los diseñadores, que los pantalones no fueron considerados parte indispensable del vestuario femenino hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1918) “cuando difícilmente las mujeres hubieran podido cumplir sus nuevas obligaciones con otra indumentaria”. El uso de los pantalones no tenía que ver con la moda, era más una necesidad diaria que luego se convirtió en un tema vital. “No estaba bien visto ir a trabajar en pantalón, para las damas –precisa Seeling– no estaba ni permitido en los círculos sociales”. Esta prenda tuvo que recorrer un largo tramo hacia la aceptación general, “su camino fue muy lento”, precisa. Los avances se dieron después de dicha guerra cuando la sociedad, por otra parte, se abrió a ver a mujeres con esmoquin. A pesar de ello, “el reconocimiento oficial se haría esperar, ya que los trajes pantalón femeninos no fueron aceptados en todas las esferas sociales sino hasta finales del siglo XX”.

Minifalda

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Hay elementos del vestuario que suelen marcar momentos clave en el cambio de ideas respecto al cuerpo y lo que se revela o exhibe del mismo. “Ahí la minifalda es paradigmática. Tremendamente denostada por inmoral para unos y antiestética para otros (como Chanel, a quien le parecían un desastre porque mostraba las rodillas y a ella las rodillas le parecían espantosas), terminó por instalarse como el símbolo de la juventud y la liberación sexual de los años sesenta, época en la que se puso en circulación la pastilla anticonceptiva, por ejemplo. Ese hecho revolucionó por completo la idea de relaciones con fines reproductivos y le hizo ganar a estas un mayor terreno en los dominios del placer”, cuenta Cruz Bermeo. Que si la inventó Mary Quant o André Courreges, la discusión nunca ha concluido. Fue la novedad en la época, de esa década en la que los códigos tradicionales de la sociedad se vinieron abajo en el mundo de la moda. Es una prenda que supera los 60 años y que hoy se usa con desenvoltura.

El jean

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Aunque la creación de esta prenda data de 1873, el jean ha sufrido transformaciones que son cercanas a estas fechas. El primero de estos pantalones para mujeres llegó en 1934. El cierre delantero apenas se dio en los cincuenta (antes se asemejaban más a los overoles) y por esa misma época estuvieron prohibidos en los teatros, restaurantes y escuelas. En los sesenta empezaron a verse los desgastes, parches y calcomanías y “en los años setenta el denim se convirtió en el tejido que unificaba todos los estatus. “El jean es un reflejo del ascenso de las clases trabajadoras dentro de la pirámide social, promocionaban una idea de modernidad y de tránsito entre costumbres y modelos sociales que estaban obsoletos”, cuenta Betancur. Los pantalones azules estaban en todas partes, los llevaban hombres y mujeres, pobres y ricos y con cualquier preferencia sexual”, anota Seeling. En la década de los ochenta empezaron a aparecer los rotos en los jeans pero no eran los huecos que se ven ahora, se veía solo una pequeña rajadura debajo de la rodilla. Hoy los jeans son considerados elementos básicos del vestuario femenino y masculino, pero ese título solo se consiguió a comienzos del siglo XXI.

Zapatillas deportivas

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“Nacieron como zapatos bicolores elaborados en tela y goma, y destinados a jóvenes universitarios”, especifica Seeling. Hacia la década de los treinta empezaron a hacerse populares gracias a que la población de clase media mostraba indicios de que había recursos y tiempo para el ocio y el entretenimiento. Después de la Segunda Guerra Mundial el estilo universitario norteamericano se instaló en Europa junto a las zapatillas deportivas y a los nuevos bailes en los que los tenis eran protagonistas. Tras el auge del deporte, en los setenta todos querían usar tenis. “El desarrollo mismo empujaba a esos cambios, el deporte era importante y aparecen quienes desarrollan las nuevas suelas”, precisa Betancur. El baloncesto y sus estrellas en los ochenta empoderaron este tipo de calzado que hoy se usa hasta con falda cuando hace 10 años era impensable. Al traerlos a Medellín en los años 60-70, cuenta Cruz Bermeo, ver un tipo en tenis rondando por Junín podía darse por sospechoso, “la agilidad de estos zapatos les permitía robar y escapar fácilmente. La historia cambiaría en los años ochenta, como influjo de la cultura americana en la cultura local. Hoy son un símbolo de orgullo y coleccionismo”.

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