La crisis financiera iniciada en los Estados Unidos es ahora global. Según el FMI, este es el mayor retroceso que hayan experimentado los mercados financieros de los países desarrollados desde los años 30 de la pasada centuria. Sus estimaciones más recientes indican que la economía mundial tendrá un crecimiento del 3.9% en este año y del 3.0% en el próximo.
Este comportamiento agregado implica un crecimiento nulo en los países avanzados y del orden del 6% para el mundo en desarrollo. Las cifras pueden modificarse en función del grado de éxito de las medidas adoptadas para afrontar la turbulencia. Para América Latina se proyecta una tasa de crecimiento de alrededor del 4% para este año y del 3% para el próximo. Estas son, así mismo, las estimaciones para Colombia. No implican una catástrofe pero son inferiores al promedio del periodo 2002-2007. Se espera que la fase de recuperación de la economía mundial comience hacia finales del 2009, lo cual marcaría el retorno de mayores tasas de crecimiento para nuestro país.
El menor ritmo de crecimiento de la economía mundial afecta a nuestro país por la vía de la disminución de las exportaciones a los Estados Unidos, país que ya experimenta una brusca caída en el consumo y la producción, y a Venezuela y Ecuador, que resultarán golpeados por la caída en el precio del petróleo, eje de su actividad económica en ambos casos. En menor medida que estos dos países, padeceremos el impacto de la declinación del precio del petróleo y el carbón, que son parte importante de nuestras propias exportaciones. Cabe esperar, igualmente, que caigan las remesas que trabajadores colombianos en el exterior envían a sus familias.
Nuestro sector financiero está bien preparado para afrontar un posible deterioro de su cartera y una menor actividad crediticia. Lo demuestran sus índices de capitalización y reservas para absorber cartera mala. Es importante anotar, así mismo, que la banca colombiana no ha adquirido el tipo de activos que han generado la crisis en los Estados Unidos, y que la calidad de la supervisión que realiza la Superintendencia financiera es adecuada.
Desde tiempo atrás el Gobierno ha tomado medidas para afrontar la fase depresiva del ciclo económico. Entre ellas cabe mencionar la disminución relativa de la deuda pública, la conversión de una porción significativa de la misma en deuda interna y la preservación de las magníficas relaciones que Colombia ha tenido con la banca multilateral y los tenedores de la deuda colombiana en el exterior.
Igualmente, la mejora significativa en la recaudación de impuestos, que si bien en parte se debe al mayor dinamismo económico, está también asociada al fortalecimiento de la capacidad técnica de la Dian. Estos elementos permiten afirmar que, por ahora, no se vislumbran problemas insolubles para financiar las necesidades de gasto. Sin embargo, habrá que focalizarlo, lo cual es costoso en términos políticos.
El menor ritmo de crecimiento económico tendrá efecto en la tasa de empleo. Programas tales como "Familias en Acción" son indispensables para proteger a los sectores más vulnerables. Con una perspectiva de largo plazo hay que pensar en un sistema de seguro de desempleo; la cesantía es un mecanismo muy primitivo. Para generar empleo masivo con rapidez convendría incrementar los planes de mantenimiento de la infraestructura vial, tan golpeada por el prolongado ciclo invernal. Por supuesto, cuidándose del despilfarro de recursos y la corrupción que suelen acompañarlos.
Así no den resultados inmediatos, los contactos que el Gobierno ha iniciado con países petroleros del Medio Oriente para invitarlos a invertir en Colombia son encomiables. Se requiere una estrategia de mayor aliento que implique, entre otras cosas, la apertura de una embajada en la región del golfo Pérsico.
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