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‘AMERICAN GÁNGSTER’ EN AFGANISTÁN

  • ROBERT MUR | ROBERT MUR
    ROBERT MUR | ROBERT MUR
24 de septiembre de 2012
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“- Hay tráfico de drogas en la base. Y cosas peores todavía. Bueno, ahora sí que me estás volviendo loco. ¿De qué hablas? -De que traen la droga en los cajones de los pibes caídos, de los ángeles”.

El diálogo es una ficción verdadera entre Juan Torres y su hijo John , muerto en la base estadounidense de Bagram, en Afganistán.

Se suicidó con su fusil. En el último permiso en EE.UU., poco antes de matarse, John contó a su padre que en el cuartel funcionaba una organización de militares narcotraficantes que sacaban la heroína oculta en los ataúdes de los soldados fallecidos.

El autor del diálogo es Gustavo Sierra , corresponsal de guerra de Clarín, que en El cartel de Bagram novela la historia de John y la batalla de su padre por esclarecer la muerte.

La trama recuerda al caso de Frank Lucas , narcotraficante de Harlem que en Vietnam metía heroína en los ataúdes militares y fue inmortalizado por Denzel Washington en American gángster.

Si en Bagram había narcotráfico, nunca se investigó, pero gracias a esa sospecha Torres descubrió que el suicidio de su hijo pudo ser influenciado por la mefloquina, un medicamento contra la malaria, y consiguió que la sanidad militar dejara de recetarlo como tratamiento preferente debido a sus efectos secundarios.

“El argentino que venció al Pentágono”, se lee en la portada del libro. Torres es un inmigrante que, junto a su mujer y al bebé John, se trasladó a finales de los 70 a EE.UU. para trabajar de camarero.

Al recibir la noticia de la muerte de su hijo, en julio del 2004, Torres pensó que el cartel existía y que lo había matado por irse de la lengua.

El Pentágono intentó ocultar el suicidio para que casos como ese no trasciendan y se limitó a indicar que estaba bajo investigación, incrementando las sospechas del padre.

El ejército tardó meses en reconocer el suicidio y, cuando lo hizo, Torres ya se había convertido en un activista contra la guerra. Su lucha siguió hasta que recibió anónimamente un informe forense psiquiátrico que indicaba que la mefloquina podía haber provocado en John un estado de angustia que lo llevó al suicidio. Más tarde, en 2009, llegó la mencionada recomendación del Pentágono.

“La mefloquina no se debe administrar de ninguna manera a personal que haya sufrido traumatismo cerebral”, recoge Sierra en su novela, transcribiendo el documento médico.

“No se debe administrar a pacientes con desórdenes emocionales”, continúa el informe, que concluye: “Se registraron casos de intento de suicidio o suicidio, aunque no hay un registro preciso”.

Pese a esta recomendación, la mefloquina -fabricada por los laboratorios suizos Roche bajo la marca Lariam- siguió administrándose a los soldados en zonas de paludismo.

El fármaco era tomado por el sargento Robert Bales , que en marzo pasado asesinó a sangre fría cerca de Kandahar a 17 civiles, la mayoría mujeres y niños.

Tras la matanza, el Pentágono abrió una investigación para saber si la mefloquina tuvo algo que ver. El Lariam es mucho más potente que otros profilácticos contra la malaria.

Y más práctico y barato, ya que una pastilla semanal sustituye a las de otros fármacos de ingesta diaria.

Sierra es uno de los periodistas argentinos más prestigiosos. Trabajó para canales hispanos de EE.UU. y cubrió la invasión de Afganistán en 2001.

En El cartel de Bagram relata la lucha de Juan Torres , pero también denuncia la opacidad del Pentágono, el control de la opinión pública, el poder de la industria farmacéutica o el consumo de drogas en las bases. El reportero ha escrito una novela más por exigencia editorial que por voluntad propia, para evitar demandas.

“Todo está basado en testimonios directos”, insiste Sierra, que en el libro altera algunos nombres y, por ejemplo, al laboratorio que fabrica la mefloquina lo denomina Larrochelle. “En la guerra hay dos tabúes: el consumo de drogas y la prostitución”, explica Sierra.

“Tanto en Iraq como en Afganistán ha habido consumo de drogas entre los soldados, heroína prácticamente gratis”, sostiene. Y añade que al propio Juan Torres , cuando visitó Bagram para investigar la suerte de su hijo, le ofrecieron heroína en la misma puerta de la base donde John se suicidó.

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