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Camilocé y a padecer se dijo

12 de julio de 2008
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Apenas la ruta del café se desvía en Camilocé para salvar los 18 kilómetros que lo separan de Fredonia, se insinúa un camino tortuoso que apaga la pasión del viajero.

Varios tramos destapados, tres grandes fallas geológicas que se tragan el nivel de la banca, trabajos en la vía y un tráfico intenso, le hacen un recibimiento poco amable.

Pronto la vía empieza a serpentear y, pala en mano, aparece un hombre que sabe bien de las quejas del camino, tras 15 años de un febril "mantenimiento preventivo" por iniciativa propia.

Es Héctor Mario Ríos, tiene la piel quemada por el sol y el convencimiento de que su tarea es definitiva para que no esté peor: "Limpio cunetas, tapo huecos, rozo las orillas y cuando hay avalanchas destaqueo las obras".

Apenas al pasar La Bonita, en plena falla geológica, tres hombres construyen un gavión de 20 metros en la ribera de la quebrada Necoclí, para evitar que la corriente socave más la banca carreteable. A decir de los operarios, el trabajo lo adelanta la firma Carbones Necoclí con el ánimo de que la vía no se vaya a cerrar y se quede sin salida para sacar el mineral.

La ruta sigue llena de huecos, con pedazos destapados y en algunos sitios corren aguas perdidas. También se aprecian dos frentes de trabajo: uno para terminar cunetas y otro para construir un gavión en una curva.

Entre huecos y sobresaltos se llega a Palomos, cuya antigua estación del ferrocarril está en el suelo porque se reconstruye.

El administrador del kiosko central, Javier Ríos, se duele del abandono de los kilómetros que lo anteceden. "Ahora ni tapan los huecos, lo que se hunde lo dejan en bateas o le echan tierra", afirma.

De lo que escucha en su negocio, cuenta que muchos viajeros piden que se traiga material de afirmado del sector de La Huesera y que se riegue en los sitios más críticos mientras llega una solución definitiva. "Ya se habría arreglado mucho, ese afirmado es muy fino", dice.

Mejor, hacer otra vía
En plena carretera, el ingeniero Bernardo Vieco, visitante permanente de la zona, hace un alto en el camino para comentar que aquí las condiciones geológicas y geotécnicas son muy difíciles. "Son suelos muy inestables que se reptan pendiente abajo, y se afectan más por las lluvias", anota.

De tanto recorrerla, sostiene que por sus características esta carretera es inviable: "Apenas es para darle un mantenimiento de mitigación, pero la solución definitiva es cambiar de ruta por otro sector menos inestable".

Su propuesta es regresar a la antigua ruta de La Tolva, pero mejorándola. "Lo demás es una pelea muy perdida".

Después de Palomos, pronto aparece un grupo de hombres y máquinas que afirman una pequeña recta para pavimentarla, en el sector de La Lucha.

Falta poco para El Cinco y, para colmo, el choque de un bus de Fredonia con una volqueta que invadió el carril contrario, provoca un represamiento de carros particulares, de pasajeros y de carga.

Luego de El Cinco, en el ascenso a Fredonia, está El Piñonal, un sitio donde se perdió media banca y se cavan 18 pilas de 14 a 16 metros de profundidad para apoyar las columnas que sostendrán un muro de contención de 40 metros.

Los últimos cinco kilómetros, en muy buen estado, devuelven la paz al viajero.

Desde esa calma, el alcalde, Carlos Mario Londoño, admite que la vía es el dolor de cabeza de su pueblo. A pesar del invierno y de sus males, subraya que no ha estado cerrada. "Tiene baches, pero no es peligrosa, no hay abismos ni problemas de orden público", destaca.

Sabe que la carretera es el desvelo de los suyos, pero cree que en diciembre de 2009 la tendrán en muy estado, por lo menos con un viaducto y repavimentada en toda su extensión.

La vía, dice, es como una novia fea, odiada, pero también amada, porque siempre se convierte en la ruta alterna para llegar al Suroeste, cuando se cierran la Troncal del Café (en La Huesera), la del alto de Minas y Bolombolo-Venecia. "En semejante invierno y no hemos tenido ni un día de cierre", recalca.

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