Para subir al cielo se necesita una escalera larga y otra cortica, pero para subir al barrio El Pinar se necesitan 372 escalas y no precisamente se llega al paraíso, por el contrario es un lugar donde miles de personas viven en medio de la más infame miseria.
El barrio El Pinar está rodeado de otros cinco sectores que solo cambian de nombre, mas no de condiciones sociales ni humanas y menos de paisaje urbano.
Tanto Altos de Oriente 1 y 2; Regalo de Dios, El Hueco y Adolfo Paz, a este último sus habitantes quieren cambiarle el nombre, son un paisaje de casas de tablas, cartón, plástico, cinc y un multicolor de ropa extendida en las afueras de las viviendas, además de un montón de trinchas de arena que sostienen las débiles construcciones de uno y dos pisos en madera.
Pero si las fachadas muestran la pobreza en la que viven el rostro de ellos, de ellas, de los niños, de las niñas, de los viejos y los jóvenes dejan ver el abandono y el hambre que padecen.
Hasta el censo del año pasado eran 13.800 personas, todas ellas sin trabajo. El 95 por ciento de ellos son desplazadas por la violencia, asegura el padre Alonso Orozco, quien hace 4 años es misionero en esta zona.
Odila de J. Vasco vivía en Campamento y salió de allá huyendo de las balas. Hoy está a cargo de tres nietos. "¿De qué vivimos? pegada de Dios", responde, al tiempo que describe que "tengo un rancho de mala muerte pero no me falta la aguapanelita".
Algunos más, expulsados de la ciudad, buscan un lugar donde vivir y colonizan las más altas laderas, poniendo en riesgo la vida y quedando en el total aislamiento. "Antes vivíamos en San Blas, pero mi esposo se quedó sin trabajo y nos regalaron un lote para hacer el rancho. Por acá a veces llegan ayudas para los desplazados, a mi me ayuda el padre, él nos da comidita", relata Luz Dary Aguirre.
Y es que a estos sectores, que pertenecen al municipio de Bello, solo llega Maná a 150 niños y otros 70 están beneficiados por un restaurante donde les dan desayuno y almuerzo, gracias a "personas de buen corazón", dice el misionero. Allí hay cerca de 7.000 menores en condiciones de desnutrición.
Los demás hacen, todos los días, la llamada ruta, es decir, piden limosna o bajan a la Plaza Minorista para recoger las sobras de verduras y frutas que quedan.
Uno de los sectores recientemente poblados es el llamado Adolfo Paz, el mismo que sus habitantes quieren llamar Manantial, porque su nombre les ha traído muchos problemas debido a la relación con el ex paramilitar.
En este sector la presencia de grupos armados ilegales aún no se ha desterrado.
Los residentes de este lugar no quieren que los identifiquen con este nombre. "Ese señor hizo el alcantarillado a la cancha", dice uno, "no, fue el que lotió esta zona", asegura otro. Esas son las razones por las que lo llamaron así.
En estos barrios no solo falta comida, también el agua potable. "Tomamos el agua de una caída que viene de Piedras Blancas", explica el sacerdote. Tampoco hay línea telefónica y la señal de celular no llega. "Cuando tenemos un enfermo lo bajamos por todas estas escalas y llegar hasta el centro de Salud de Santo Domingo, porque transporte solo hay en la parte baja y solo hasta las 10 de la noche", explica el padre Orozco y agradece que si haya energía. "EPM nos la trajo".
Es por esto que para los habitantes de estos sectores el centro de salud es más importante que la misma comida.
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