Esta historia del director Cristopher Nolan es la mejor versión que se haya hecho jamás de éste superhéroe o de superhéroe alguno, absolutamente oscura y ciento por ciento creíble.
La historia es despiadada y profundamente violenta, por lo tanto: padres tengan cuidado con sus hijos, esta no es una historia infantil.
El personaje es el Joker, una actuación monumental, aterradora, electrizante y lamentablemente póstuma de Heath Ledger. La historia sube de volumen continuamente y cuando entra en la ruleta final no deja espacio para contemplaciones.
Pocas veces un villano justifica la maldad de manera tan ética, pero hay ética de la maldad en este nuevo Batman, entendiendo que su figuración no es ser la antítesis del personaje principal, es ser el personaje principal pues la maldad es inherente al mundo y nosotros somos parte de él.
No hay manera de salir sin heridas de esta producción. La sociedad asume su papel, obligada a tomar decisiones, a mostrar su faceta facilista y pusilánime, suplicando por justicia y por un héroe cuando los necesita, pero que huye y abandona cuando las cosas se ponen difíciles.
El héroe personificado con mucha altura por Christian Bale tuvo que sacar sus mejores argumentos para intentar comunicarse con el personaje tras el maquillaje, pero ninguno de ellos fue suficiente para doblegar la argumentación de un psicópata original y absoluto que termina quitándole el maquillaje a una sociedad plagada de falsedades.
Cuando el dinero no es la razón de un crimen hay que cuidarse del ejecutor, no hay espacio para tratados de derechos humanos, prisioneros de guerra, acciones humanitarias ni actos benévolos de grandeza.
El trabajo psicológico y de guión es lo más poderoso de la historia, solo la personalidad desarrollada por el fallecido Ledger es tan fuerte que termina por opacar al héroe convirtiéndolo en un actor de reparto.
El caballero de la noche es un tributo al buen cine, arriesgado e incómodo, a la forma correcta de usar los efectos especiales sin dejar que ellos dominen o sean el argumento para la construcción de una historia.
Y esta es una historia que causa pánico por lo creíble, por lo posible, por lo cruel, un villano que desborda cualquier condicionamiento ético conocido, que se despoja del valor de la vida, las cosas, los reconocimientos y nos aboca al apocalipsis, donde cada uno termina tratando de recoger los pedazos de sus propias vidas que es todo lo que queda, porque todos pierden, la ciudad, su héroe, la institucionalidad, la gobernabilidad, la ley, la política, la justicia, el control, el sistema, y sobre todo la humanidad que finalmente tiene que ver cómo un hombre encuentra a un personaje tan poderoso que termina robándole la vida.
Un Oscar es poco para una actuación así, y definitivamente le hemos dado galardones a muchos actores por mucho menos de lo que Ledger dejó en el legado de El caballero de la noche. Todas las estrellas y todos los aplausos.
