La reciente condena de 80 años de prisión contra el dictador guatemalteco José Efraín Ríos Montt revive las heridas provocadas por una de las múltiples guerras anticomunistas del continente, en las que gobernantes de facto impusieron la práctica de tierra arrasada. Esta vez las principales víctimas fueron los indígenas ixiles, descendientes de los antiguos mayas.
La política impuesta por el exdictador, quien fue pastor evangélico antes de usurpar el poder, era "que se vayan todos los ixiles", declaró uno de los soldados encargados del genocidio al hablar en el juicio contra Ríos Montt. La guerra entre los gobiernos de turno y los guerrilleros marxistas se saldó con más de 200.000 muertos.
Pese a la orden de no dejar a un comunista o simpatizante suyo vivo, a los miles de desaparecidos, a los cientos de miles de mujeres abusadas sexualmente (la violación se convirtió en arma de guerra), y a los cientos de niños ixiles asesinados para cortar la esperanza de un nuevo amanecer desde la semilla, hubo sobrevivientes que pudieron contar la historia y clamar justicia.
Como en otros episodios similares en las guerras de la humanidad, la vida misma produjo sus propios milagros para dejar testimonios de nunca más. En el juicio, el indígena Tibucio Utuy, de Chajul, comentó que en marzo de 1982, luego de días de hambre, salió con dos compañeros a recoger caña pues era lo único que había para comer.
En la tarea lo sorprendieron los soldados, le amarraron los pies y las manos, lo pusieron bocabajo y lo ensartaron en un palo por la espalda, casi juntándole la cabeza con los pies. Colgado le cortaron el vientre y sus intestinos se le salieron. Así, abandonado a su suerte para que agonizara, él logró sobrevivir.
A su testimonio en el juicio le siguieron y antecedieron los de otros y luego los de mujeres, abusadas cuando apenas cumplían sus 12 años.
Pueblos enteros fueron masacrados en estas prácticas. Luz Méndez, una mujer de 34 años que trabajaba en el campo desempeñando labores domésticas, tuvo un gran "pecado": simpatizar con las ideas socialistas que pregonaba su esposo Carlos, en la Guatemala de 1984. Por esa razón una patrulla policial la retuvo y desde eso nadie da cuenta de su paradero.
Han pasado 29 años y su hermana Marcia no se cansa de buscarla. Actualmente, ella es la directora de Famdegua (Asociación de Familiares de Desaparecidos de Guatemala), quien en diálogo con este diario, aclaró que lucha desde esta ONG para exigir la verdad, sobre los 45.000 desaparecidos que actualmente tiene el país centroamericano, entre ellos su hermana Luz.
"Todos tenemos al menos un familiar desaparecido. Aunque la reciente condena a 80 años de prisión del general de 86 años, José Efraín Ríos Montt, nos da un poco de alivio, todavía tenemos muchas incógnitas y seguiremos luchando para resolverlas", afirmó la señora Méndez.
Organizaciones defensoras de derechos humanos e investigadores forenses han hallado y siguen buscando cementerios clandestinos en uno y otro rincón de Guatemala, tras la huella del horror del conflicto que comenzó en los 80 y terminó en 1996.
"Los únicos logros que hemos obtenido han sido la condena a varios militares por la masacre de 250 personas al norte del país. Sin embargo, tenemos más de 100 denuncias vigentes y seguimos luchando por la verdad", agregó Méndez.
Más drama indígena
Durante el conflicto armado se cometieron al menos 669 casos de masacres colectivas de poblaciones en estado de indefensión, y la mayoría se produjo entre 1981 y 1982.
Una sobreviviente que nunca huyó del país porque aprendió a vivir en lo más profundo de las montañas es Ana Caba, quien estuvo por más de una década desplazada luego de que soldados guatemaltecos arrasaron decenas de poblados de indígenas mayas, incluido el suyo, en esa fatídica ofensiva de tierra arrasada en los 80.
Ella presenció violaciones, raptos y masacres y sufrió bombardeos aéreos luego de que el dictador tomó el poder en un golpe de Estado en 1982, que bajo su estrategia contra la izquierda arrasó cientos de miles de viviendas en búsqueda de supuestos rebeldes marxistas, pero que dejó miles de desaparecidos.
"Nos agarraron, nos violaron, quemaron las casas y mataron a los animales", dijo la mujer de 51 años, al recordar años de sufrimiento.
"Nuestra tarea todavía es complicada porque el posconflicto genera aún más violencia, incluso más asesinatos que el mismo conflicto de hace 30 años pero lo quieren enfocar como simple violencia doméstica. Este año ha habido 7 asesinatos de líderes locales, entre ellos el de un dirigente minero que estaba en contra de la explotación realizada por transnacionales", dijo por su parte Aura Elena Farfán, también de la organización Famdegua.
Para las mujeres de esta asociación de víctimas, la condena a Ríos Montt no es la solución al problema. Dicen ellas que "es como mover un hormiguero y alborotar las hormigas".
En el juicio, el exdictador negó las acusaciones en su contra e incluso afirmó que jamás ordenó genocidio alguno y menos contra el pueblo indígena, pero sus declaraciones chocaron con las de los sobrevivientes.
En la prisión, en la que seguramente terminará sus días, el exdictador Ríos Montt no pierde la esperanza de que su juicio sea revisado y sea exonerado de todo cargo. En la otra orilla, las víctimas y defensores de derechos humanos saben que éste no es el fin del sufrimiento ni de la búsqueda de los desaparecidos y, sobre todo, que Guatemala jamás vuelva a vivir semejante horror.
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