No era la primera vez que Mutis se veía con la muerte. Esa vez iba con su esposa Carmen, Gabriel García Márquez y su esposa Mercedes, y ella, la pelona, se les puso en frente.
Iban en el carro cuando un conductor se les vino encima y a Gabo no le quedó otra cosa que girar a la derecha. No miró a dónde iban a caer, pero terminaron en la cuneta de un viñedo. "Lo único que recuerdo de aquel instante es la cara de Álvaro en el asiento del lado, que me miraba un segundo antes de morir con un gesto de conmiseración que parecía decir, ‘pero qué carajo está haciendo este pendejo’", leyó el Nobel el 25 de agosto de 1993, cuando Mutis cumplió 70. Se salvaron.
La muerte era uno de sus temas. "Él tenía con ella una relación de amistad; no creo que nadie esté preparado para morir... En su obra la trata, le conversa, intenta hacerla una amiga, no la busca, no le teme, pero la trata, digamos amorosamente, porque sabe que allí esta", contó Santiago Mutis, uno de sus tres hijos, a La FM.
La muerte llegó el domingo. Tenía 90 años. Santiago precisó que no estaba enfermo. Fue una neumonía que hizo que el pulmón se llenara de agua. Entonces llegó ella, en la tarde, y se lo llevó.
La muerte, no obstante, lo había tocado, de cerca, cuando tenía nueve años y le quitó a su padre, Santiago. Él lo dijo, alguna vez. "Mi padre se fue cuando yo más lo necesitaba. Su muerte fue como una amputación brutal. Recuerdo muy bien lo que sentí. Yo pensé: ‘Alguien me ha jodido’. Y durante buen tiempo le guardé rencor por haberse marchado. Por primera vez pensé en la muerte, y comprendí que algún día me llegaría la hora. Tal vez ahí comencé a morirme yo también".
Era el primer luto y el primer cambio de universo. Las ciudades europeas y los largos viajes en barco, de Bruselas a Colombia, a Coello, esa finca tan importante para él y su obra.
Otro tema fundamental, Coello. Darío Jaramillo, el poeta, señala que si bien no es lo único para resaltar, "la mayoría de los poemas inventan el paisaje colombiano, el paisaje de la zona cafetera, de las regiones de calor, del trópico húmedo, y lo inventa para mostrar que detrás de esa exuberancia y riqueza hay una muerte lenta, como un lento deshacerse de todas las cosas, como una cercanía hacia la muerte. El obsesivo de la muerte".
Mutis solía contar que ninguna de las líneas de lo que había escrito no estaba dedicada a recordar a Coello. "Hablando con poca modestia, diría que de ahí, de Coello, de sus alrededores, sale mi pequeño universo —le contó una vez a Fernando Quiroz, en una entrevista—. No me interesa qué valor tengan mis narraciones... Lo que de verdad me importa es que hice vivir a Coello más de lo que realmente vivió".
Para él era el cielo. Al río Coello llevó las cenizas de su hermano. Al río Coello, le dijo a Darío Arizmendi en una entrevista en 1991, esperaba que llevaran las suyas. Todavía la familia no se ha pronunciado.
Mutis, el poeta
La poesía fue lo que apareció primero. Maqroll, su personaje, llegó en versos, y no en novelas. Mutis era poeta, aunque hubiese sido narrador, y, sobre eso, las opiniones se dividen. Para algunos era lo uno y lo otro. Para otros era mejor poeta. Para los demás es esa imposibilidad de sacar de la narración su poesía.
"Es muy curioso —comenta Darío—, la poesía se demora 40, 50 años haciéndola. La narrativa, en cambio, que son como 6, 7 novelas, las hace en un periodo de 5, 6 años, muy breve. Yo creo que es porque ya tenía esas historias en la cabeza. Le faltaba solo escribirlas, pero dentro de los poemas están enunciadas".
En ello coincide Juan Luis Mejía, rector de Eafit, quien compartió con el escritor. Empezó a leerlo en una antología de poesía y encontró sus Nocturnos y luego los primeros trozos de narración poética. "Lo fui encontrando como narrador. Uno de los textos indispensables es La muerte del estratega, una manera de expresar su visión sobre la vida, su escepticismo, que todo esfuerzo es en vano. Al final está la muerte".
Cuando ya se jubila es cuando Mutis se dedica a narrar. Juan Luis explica que antes no tenía el tiempo para dedicarse completamente. Solo cuando terminó su labor se dedicó a ser un gran narrador. "Maqroll salta de un poema a una novela. En el poema solo puede uno perfilar algunos rasgos, pero su profunda personalidad está en las narraciones. Fue un gran maestro".
Juan Manuel Roca, el poeta, le reconoce su poesía. "Creo que va a quedar como un poeta muy importante, particularmente por sus dos primeros obras. Sus libros siguen teniendo un atractivo, su voltaje poético, que aún tiene su narrativa".
No obstante, Juan Manuel habla de un episodio que muchos le critican. Su lado monárquico, "que a mí, desde un ámbito más ideológico que literario, me producía cierta urticaria, pero que entendido en su obra y en la magnitud de lo que ha realizado me parece que es un orgullo tener un poeta como él".
El escritor lo expresó muchas veces. "Nunca he participado en política, no he votado jamás, y el último hecho político que me preocupa de veras es la caída de Bizancio en manos de los infieles en 1453. Soy gibelino, monárquico y legitimista".
El periodista de El País, Juan Cruz, lo recordó en una columna como contradictorio. En un tiempo de republicanos latinoamericanos se declaró monárquico, y "defendió esa forma de mando más desde la estética de los salones que desde la ética de las plazas. Su vestimenta recurría a veces a chalecos que recordaban los de los almirantes e iba siempre con una gorra azul marina, como si estuviera al frente de un navío".
Para Juan Luis eso era, también, una pose intelectual. Él nació el día de de San Luis de Francia y lo tomó como una predestinación para ser monárquico. "Era un poco de pose, porque abominaba la política, la politiquería, prefería mantenerse ajeno. Le gustaba reflexionar sobre esos personajes de la monarquía, pero yo creo que era una pose para que no lo involucrarán en los temas políticos".
Mutis, el amigo
García Márquez y Mutis eran los más amigos. Lo único que los separaba era que Mutis era insensible para el bolero y eso "ha de separarnos para siempre", escribió Gabo, en ese texto para el cumpleaños 70 de su amigo.
Llegaban a tanto que el primero que leía a Gabo era Mutis y, a tanto, que Mutis le contaba historias para que las escribiera. En La última escala del Tramp Steamer, se lee: "A G.G.M, esta historia que hace tiempo quiero contarle pero el fragor de la vida no lo ha permitido".
Tan buen amigo que alcanzó a decir que el Nobel de Gabo le había quitado sus ansiedades. Se alegra con los premios y celebraba tanto como el ganador.
Porque los que conocieron a Mutis hablan de lo buen amigo que era. "El hombre más simpático del mundo", lo describía el Nobel. Además estaba su vozarrón, su habilidad para la conversación, su memoria.
Quizá eso también tenga que ver con la muerte de Mutis. Él lo reiteró, en la entrevista a Quiroz: "Hay otra que llega el día que muere la última persona que tiene recuerdo nuestro. Cuando el último de quienes nos conocieron en vida también se va. Cuando ya no queda rastro alguno de nuestras sonrisas o de nuestros gestos, ese día morimos para siempre".
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