Durante las tres últimas semanas, Fedesarrollo y la Corporación Andina de Fomento -CAF- promovieron, conjuntamente con algunas cámaras de comercio, sendos debates entre los principales candidatos a la Presidencia de la República.
Los debates se realizaron en las ciudades de Cali, Barranquilla y Bogotá, y en cada uno de ellos se discutieron diferentes temas de importancia para la agenda económica del próximo período presidencial.
El formato utilizado para el desarrollo de los debates consistió en una breve exposición, por parte de un consultor, de un estudio temático particular que fue realizado exclusivamente para poner a consideración de los candidatos presidenciales y de sus respectivas campañas.
A partir de dicha presentación y del estudio, un coordinador de panel abrió la discusión entre los candidatos.
Entre los temas seleccionados para los debates estuvo el relacionado con la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, CT+I.
La competitividad del país y, por ende, su crecimiento y desarrollo futuro están altamente relacionados con la capacidad que éste tenga de generar y utilizar conocimiento en todos los procesos económicos y sociales.
La innovación, en particular, se ha convertido en un factor determinante del desarrollo de las empresas y los sectores económicos del mundo.
Sin la incorporación creciente de la innovación por parte de las empresas es muy difícil pensar que éstas estarán en capacidad de competir en un escenario donde el cambio tecnológico y la generación de nuevo conocimiento avanzan de forma creciente haciendo de ellas fuerzas que, en conjunto con otras de igual intensidad, jalonan y configuran las grandes tendencias planetarias.
De allí que la selección de la CT+I como tema de discusión en los debates electorales haya sido un acierto de los organizadores.
El desarrollo del debate acerca de la CT+I evidenció que entre los distintos candidatos y campañas existen diversas aproximaciones y conocimientos sobre del tema.
No obstante, es claro que la mirada y la importancia que le concede el mundo político a la ciencia, la tecnología y la innovación son otras muy diferentes a las que había hace unos años.
Hoy en día hay candidatos presidenciales para los que las actividades de CT+I han sido parte importante de su formación y trajinar profesional.
En otros casos, sus anteriores cargos públicos o privados les han permitido enterarse y conocer del tema. En muy pocas excepciones el contacto y el conocimiento con la CT+I es, relativamente, escaso.
Para lograr darles a la CT+I la importancia que se merece en la agenda pública del país, el apoyo y la comprensión del mundo político es de vital importancia.
Precisamente, cuando en medios especializados se discuten los problemas que enfrenta la CT+I en Colombia, uno de los primeros que se esgrime es la gran brecha existente entre el discurso oficial y político y las ejecutorias y los recursos que finalmente dedican los gobiernos a estas actividades. Para muchos analistas, la conclusión de ello es que el discurso político no ha sido capaz de pasar de las palabras a los hechos.
La forma como quedó estructurada la nueva ley de CT+I, la 1286 de 2009, constituye un buen ejemplo de esa tensión entre el discurso y las realizaciones.
La parte inicial de la ley, donde se expresan los principios de la misma, claramente indica una visión contemporánea del desarrollo y la importancia de la CT+I para un país en desarrollo como Colombia. Los demás capítulos, donde deberían estar los aportes efectivos para el logro de la visión, son pobres en contenido, pues nos quedamos con una CT+I acéfala y sin recursos.
Ojalá que en el próximo cuatrienio, la CT+I tenga mejor suerte con el aval político que necesita para su desarrollo sólido.
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