Si estuvieran en Japón sus hijos Mirai y Yuki estarían estudiando y él, Hiroshi Kaneko y su esposa Kinuyo, estarían trabajando sin cesar, ajetreados, pensando en el final del año.
Pero no, están en Medellín. Hiroshi y su esposa desde hace 18 años y medio, tiempo suficiente para que su español, aún con rastros de la entonación japonesa, incluya el "pues" tan característico de los paisas.
Y sus hijos desde que nacieron: 14 años tiene Mirai Alejandro y 12 Yuki Andrés.
Hiroshi es de Yokohama. Veintidós de sus 49 años los ha vivido lejos de su ciudad natal. Allá, en diciembre, lo que se esperaba era el final del año.
"El 31, el 1 y el 2 no había nada abierto y todas las familias s reunían a comer. Los días previos eran un corre corre para dejar todo listo para esas fechas", recuerda. Lo de Papá Noel y los regalos llegó después y desde el otro lado del océano.
Aquí ya no es así. No hay tiempo "ni materias primas" para esa comida especial, confiesa Hiroshi, ingeniero de pesca, que llegó de Japón a Montería, en donde, tras una temporada en Bogotá perfeccionando el idioma, se sintió mudo y sordo de nuevo al no poder entender el español de los costeños.
Los Kaneko hablan japonés entre ellos, así los hijos, que nacieron en Colombia, no olviden el idioma materno, pero los hijos hablan "más paisas que nadie", dice su papá.
"La Navidad es una cosa para los más pequeños, para los niños", dice Kinuyo. Ella, que es la única de la casa que no es católica, es de quien depende de la decoración navideña.
"Pero es solo un arbolito y unas luces, nada más", aclara. Decoración que además no se ha puesto todavía, dice ella que hay que limpiar bien antes de armar lo que tengan que armar.
Sin embargo, cuenta Hiroshi, ellos en navidad se reúnen con otra familia, conformada por japonés y colombiana, para pasar estos días.
Pico y Placa Medellín
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3 y 4
