Como usuario y deudor moroso de EPM, planteo a la Gerencia dos cuestiones de vital importancia, en el contexto de la inminente catástrofe medioambiental que ya nos pisa los talones:
1. ¿Cuánta energía derrocha iluminando las autopistas, con decenas de miles de lámparas, durante toda la noche, 365 días en el año? ¿Es necesario este ocioso alarde de vanidad? Por cierto que no, pues si se trata de señalización luminosa, hay otros medios mucho más económicos y quizá más llamativos estéticamente, al menos a ras del suelo, que es en donde deben ir, como las bandas adhesivas luminiscentes, cuya vida útil llega a los doce años, sin ningún mantenimiento y no es necesario que vayan en el suelo de la vía como taches, sino adosadas a los bloques (que ya los hay plásticos, irrompibles, modulares) que sirven de cordones protectores en la berma separadora central y en las cunetas. Su efecto luminiscente multicolor es fantástico, al incidir la luz de los vehículos sobre las bandas. Pero en caso de que valga más la ostentación y el desenfreno que la economía de invaluables recursos, ¿por qué tienen que dejarse encendidas dichas lámparas durante toda la noche? ¿Para señalizar acaso la vía a las almas en penas de los muertos que no alcanzaron a pagar a tiempo sus facturas de servicios públicos?
2. ¿Se justifica, en el estricto contexto antes señalado, agregando a éste la miseria que golpea sin piedad al 25% de nuestra gente, el alumbrado navideño? ¿Miles de millones de pesos, en tales desfogues de vanidad, mientras decenas de miles de desconectados, más cientos de árboles agredidos lloran su desgracia y los envases que se vacían del preciado líquido? Seamos serios, Sr. Gerente. ¿Es este el mejor ejemplo de austeridad que EPM puede brindar a sus despistados usuarios? ¿Qué queda en la conciencia ambiental de nuestro colectivo, después de un mes de semejante despilfarro? ¿Y por qué tiene que ser un mes, cuando aquel capricho de niño rico bien pudiera ser sólo de dos semanas y únicamente durante tres horas? ¿Dónde están los programas educativos paralelos, capaces de convertir esos cinco millones de luces en punzones para cauterizar la actitud depredadora de nuestro pueblo? Finalmente, podemos saber ¿quién paga la factura de ambos estropicios? No será precisamente la Empresa, ¡con toda seguridad!
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