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Descanso de Urán es subiendo al alto de Las Palmas

El Colombiano se le midió a seguir la rueda del subcampeón del Giro por una de sus rutas preferidas.

09 de noviembre de 2013
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No miró atrás ni tampoco se lo llevó la curva esta vez; tan solo apretó el pedaleo sin despeinarse casi, forcejeó algo con Roivan Gómez que trataba de seguir pegado a la rueda, aunque fuera prendido de la camiseta, y desde allí se perdió por la loma, muerto de risa, dejándonos con la lengua afuera, viendo un chispero y el alto de Las Palmas al fondo.

Hasta ahí duró la calma con que nos traía el que sin duda es uno de los mejores ciclistas del mundo, pendiente de conservar las pulsaciones a un ritmo moderado en una de las prácticas que por esta época tiene Rigoberto Urán en Medellín para no parar del todo en vacaciones.

En ese final, cuando buscaba el piñón mágico que me permitiera mantener el paso de Urán, me alcanzó por un instante el "¿cómo me metí yo en esto?", la pregunta interna del cuerpo que reclama la comodidad de ir en el carro acompañante y no haciendo voltear las bielas.

Por fortuna no quedaba tiempo para aquella tortura mental, pero aquí sí hay que decir que enterados de mi afición de años por el triatlón, a mis jefes les pareció que yo sería el indicado para hacerle algunas preguntas sobre la marcha a Urán.

La salida
Al teléfono, Rigoberto dijo que tardaba siete minutos, aunque se demoró más. Cuando apareció con un motocicilista acompañante, subía sin afán después de la transversal superior, una de las primeras rampas que anuncian lo que son los tramos más fuertes de la vía a Las Palmas.

Conducía la moto David Benítez, compañero de bachillerato y gran amigo de Urán, que se quedó sin empleo después de sufrir un accidente, que tuvo muy pendiente de su recuperación al mismo Rigoberto, y a quien el pedalista escogió desde hace dos años para ser su apoyo en sus recorridos, cuando está en Medellín. Un hombre que además de tener a Rigo por patrón y casi hermano se ha vuelto tan aficionado que destrozó contra el suelo el control del televisor cuando el kazajo Alexandre Vinokourov relegó al colombiano al segundo lugar en la ruta de los Juegos Olímpicos de Londres.

Frente al Country Club comenzamos el recorrido. Como deportista aficionado me sorprendió que Rigoberto hablaba en serio cuando dijo que era a paso suave. Para subir se valía de una cadencia regular, limitado al plato de 40 dientes y utilizando incluso el piñón de 28 en los repechos que tiene la loma. Seguro que de otra forma no lo hubiera aguantado desde el comienzo.

"Es que la relación no es todo". El antioqueño, que en Europa se ha destacado entre los mejores escaladores, sube dos o tres veces por semana a Las Palmas ahora que está en vacaciones, dice que es su descanso activo, junto con en el gimnasio.

"Algunos compañeros en Europa se sorprenden cuando les digo que el descanso mío es subir 15 kilómetros, sobre todo, porque en esta época allá todo lo que está por encima de 1.500 metros está congelado" cuenta.

Saludos en la carretera
Montar con Rigo es lo más parecido que un aficionado puede sentir a estar del otro lado del televisor y ser protagonista de una etapa por carreteras de Europa. Los carros pitan al pasar, pero para dar ánimo. Aunque hay que reconocer que las voces de aliento son un poco cargadas para el de Urrao.

"Rigo, papasito, lindo...", se oye decir a la señora que va asomada por la ventanilla del carro, con el celular en la mano apuntándole al mono del Team Sky.

Detenidos en el paso a un carril que se mantiene a la altura del colegio San José, el personal en la vía le da con el saludo la señal de seguir adelante. Por ser esta una de sus rutas preferidas, lo reconocen apenas lo ven.

"Háganle, muchachos con precaución por la orilla, pa" que no se enfríen".

La gente en Medellín es muy expresiva con vos, ¿qué cosas te dicen?

"No falta el que me diga que no mire para atrás o que cuidado me caigo... otros, Rigo sos un verraco, o cualquier cosa. Lo importante es que le digan algo a uno", contesta divertido, sin perder el rumbo que le indicaba la línea blanca de la orilla.

Ya sobre las últimas curvas, que son también las más exigentes, el asunto era pelea de toche con guayaba madura. Se me acabaron las preguntas, algo que fue motivo de burla para Rigo... pero por lo menos me di el lujo de pedalear buena parte del ascenso en compañía de un verdadero duro sobre la bicicleta.

Luego del ataque de Urán, a un kilómetro del alto, por más que tomara agua y que apretara hasta los dientes, por más que resoplara por boca y nariz, era imposible que este periodista montado en una bicicleta le diera alcance. Ya ni modo, si les daba porque el último pagaba el desayuno, que me lo apuntaran a nombre de El Colombiano

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