Hay progreso cuando el desarrollo económico marcha paralelo a la inclusión social, pero en Colombia los desequilibrios, sobre todo en el ingreso, se mantienen, pese a que el país ha mantenido un crecimiento económico sostenido en la última década.
Y así lo demuestran los indicadores más recientes. Mientras el Producto Interno Bruto (PIB) creció el año pasado 5,9 por ciento en relación con 2010, la pobreza monetaria solo se redujo 3,1 por ciento y la indigencia (pobreza extrema) bajó 1,7 por ciento.
De esa manera, la Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (Mesep) concluyó en mayo pasado que el 34,1 por ciento de los habitantes del país, más de la tercera parte, viven con un ingreso diario menor a 24.944 pesos. Y el 10,6 por ciento de colombianos están en la indigencia con un ingreso igual o menor a 11,144 pesos diarios.
Con esas cuentas, la diferencia de ingresos entre los más ricos y pobres ha tenido una reducción ínfima y mantiene a Colombia como el cuarto país más desigual del mundo.
El coeficiente Gini, que mide la diferencia de ingresos entre los que más y menos tienen para vivir, cerró 2011 en 0,548, frente a un 0,560 de 2010, donde 1,0 corresponde a que solo una persona tiene todos los ingresos y el resto ninguno.
Pero más allá de las realidades estadísticas, hay razones estructurales por las cuales el crecimiento económico no va de la mano de la reducción de la pobreza.
Argumentos de fondo
Para el investigador de Fedesarrollo Mauricio Reina Andrade que haya más crecimiento no implica una reducción de la pobreza porque los sectores que han jalonado la economía en los últimos años no son los que más empleos y, por ende, ingresos generan para los colombianos.
Pone como ejemplo el comportamiento de la minería, que creció en el primer semestre 10,8 por ciento, y los hidrocarburos (petróleo y gas) que aumentó su PIB en 7,9 por ciento, pero que no son los mayores generadores de empleos, respecto a la población trabajadora disponible.
En cambio, otros sectores que son intensivos en mano de obra como la industria manufacturera, decreció 0,2 por ciento y el agro colombiano apenas alcanzó un crecimiento de 1,5 por ciento en su conjunto.
Un segundo factor que le cierra la puerta al progreso es que en un país de trabajadores no solo lidera las tasas de desempleo en América Latina, sino que tiene los mayores porcentajes de trabajadores independientes (por cuenta propia) no calificados.
Así lo evidencia la oficina en Colombia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Su director, Juan Carlos Ramírez Jaramillo, advierte que el gasto público no logra compensar de forma significativa la desigualdad. Eso se debe a un sistema de impuestos que ha mejorado en su recaudo pero que, en comparación con otros países, es bajo.
Por eso Reina y Ramírez coinciden en que la informalidad se convierte en el mayor talón de Aquiles para un crecimiento económico con redistribución del ingreso.
Hoy el 52 por ciento de los colombianos devengan sus ingresos de una economía informal y los esfuerzos oficiales para su formalización son tenues ante una inminente reforma del mercado laboral.
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