Teresita está en su silla y en su piano. Carla está en su silla y en su bandoneón, descalza, con los zapatos a un lado. No se miran. A Teresita se le ve de perfil. A Carla se le encuentra de frente.
"Ella está tocando tranquila —dice la pianista— y yo también. Hay comunicación". Como cuando suena el piano, en solitario y, de pronto, entra el bandoneón y es como si conversaran. Como si él y él se dijeran cosas y ella y ella también.
"Lo primero que nos unió fue la música. El gordo Troilo, cuando le preguntaban por Homero Manzi, su socio musical, decía que era un gran poeta, pero sobre todas las cosas, mejor amigo. Más allá de la música de Teresita está su amistad", dice Carla Algeri, la bandoneonista argentina.
Se conocieron hace unos años, cuando Carla vino a trabajar con la Red de Escuela de Músicas de Medellín. Las unió la música y luego todo lo demás. Teresita le ha enseñado a cocinar platos colombianos y ella le trae platos argentinos. Hasta ha aprendido, cuenta, a tomar jugo de tomate de árbol, aunque cuando llegó a su casa, allá en el sur, "pensé que era de tomate común y me salió horrible". Una risa de las dos.
La amistad se refleja en la música. Por eso les sale natural. "Ella sabe que yo amo el tango, que soy una aprendiz de tango, entonces le dije, cómo me gustaría que pudiéramos hacer algo. Es decir —comenta Teresita— eso salió de las dos y por primera vez vamos a hacer esto. Yo no soy porteña, pero soy afropaisa, y el tango lo he escuchado toda la vida y quiero seguir aprendiendo, porque es muy complicado. Estoy haciendo mis primeros pinitos".
El concierto, que dura veinte minutos, o un poco más, hace parte de la exposición Agua, la del Museo de Historia Natural de Nueva York, que se ve por estos días en Parque Explora.
Carla explica que en los orígenes del piano y del bandoneón está el agua, que ellos cruzaron océanos y mares y ríos para llegar a las ciudades. El bandoneón llegó a su Río de la Plata, a la entrada de su tierra, donde el tango tiene historia. El agua pareciera estar presente en esa evolución, y en otras más.
El tango y el agua se encontrarán, a su manera, en el repertorio que escogieron (Piazolla, Homero Manzi, Aníbal Troilo, Carlos Gardel ), que no necesita más que escucharse. "Hay ciertas cosas que las palabras no pueden explicar —precisa la bandoneonista—. El gordo Troilo decía que había cosas que uno quería decir con palabras y ese era el momento exacto donde debía comenzar la música. De alguna manera la obra toma vida, nosotros la interpretamos y la gente la recibe".
Ayer hacían ajustes. Una palabra aquí, un detalle más, un arreglo en esa canción. Hoy, no es más que una porteña y una afropaisa. Un bandoneón y un piano. El tango, que tanto quieren.
Pico y Placa Medellín
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