Era en Urrao. "El agua nos llegaba hasta la cintura", recuerda el sicólogo Juan David Londoño. Pero en la recua lo más importante, lo que no se podía mojar eran unas veinte cajas, cada una con doce libros.
La escena se ha repetido una y otra vez este año. Cada libro hace parte de una colección que la Fundación Secretos para Contar editó pensando en las familias campesinas.
"Personas que nunca en su vida han tenido un libro; que nunca han leído algo propio" explica Isabel Cristina Castellanos, directora administrativa de la Fundación que cuenta con el apoyo de 90 empresas y organizaciones de Antioquia y del país.
Se trata de una enciclopedia de 12 tomos, de los que ya existen seis, con contenidos preparados según las necesidades de los campesinos antioqueños.
Y no es algo que sale del azar. Los temas de los libros fue diseñada según un diagnóstico que detectó fallas y necesidades y que se intentan llenar con cada una de las entregas, compuesta de tres libros cada una.
Los libros tienen como ejes el hacer, "técnicas y secretos del campo", explica Isabel Cristina; el sentir con antologías literarias; y el pensar con libros sobre ciencias, historia o geografía.
La colección ha llegado hasta el más recóndito lugar de la topografía antioqueña. En 124, de los 125 municipios del departamento, hay colecciones en las casas rurales y lo que más le asombra a Juan David, un joven que hace parte de un grupo de talleristas que se ocupa de lo logístico, de entregar los libros y de enseñarle a la gente a usarlos, es que para muchos de los niños y de los adultos que reciben los tomos, es un mundo nuevo.
"En un corregimiento de Urrao me tocó ver a una mujer indígena que lo estaba leyendo al revés", cuenta Sebastián Muñoz, otro de los talleristas de la Fundación.
Ellos, los talleristas, han pasado momentos difíciles. Viajes de días de duración en mula, en lancha, a pié... y a pesar de todo, saben que sus esfuerzos se verán recompensados en el momento en el que se dibuja una sonrisa en el rostro de un niño o de una niña, o en ese mágico instante en que ese señor de sombrero que la primera vez se veía apático, recita de memoria alguna de las poesías de la colección o dice con orgullo cómo los consejos de los libros le han servido para garantizar una mejor cosecha.
Pero los libros no son los únicos secretos de la Fundación. También entregan cartillas a los profesores para que en clase trabajen con la colección, además, emiten un programa de radio cada semana y hasta hicieron un diccionario con palabras para soñar.
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