Su entrenador de la escuela secundaria recuerda el primer día que lo vio entrar al gimnasio. "Era pequeño, bajo de peso", dice. "Sí, pero le sobraba carácter". Sus amigos lo llamaban "Chaparro", el nombre que se le da en México a los robles pequeños. Es hijo de una pareja de hispanos indocumentados que tuvieron siete hijos. Desde niño vivió en la pobreza: tenía que compartir su cama con tres hermanos y a pesar de que su madre tenía hasta tres trabajos, simplemente los dólares no le alcanzaban para sostenerlos. Cuando fue invitado a entrenarse en el centro de alto rendimiento en Colorado Springs, fue la primera vez que tuvo una cama para él solo.
Los periodistas que cubren los Juegos Olímpicos de Beijing dicen que "luchador" es la palabra justa para definir a Henry Cejudo, el muchacho estadounidense de 21 años, hijo de padres mexicanos, que ganó la medalla de oro en lucha libre en la división de las 121 libras. Nelly y su esposo nacieron en Tamayo, un pueblo de Guanajuato. Ella cruzó la frontera por Tijuana cuando tenía 15 años, con la ayuda de unos coyotes que se burlaban de sus tacones altos, que le estorbaban para caminar. Henry y ella se casaron en California, pero él se pasó la vida en problemas con la ley y estuvo en prisión varias veces, antes de morir a los 44 años, de un ataque al corazón. Nelly tuvo que batallar muy duro para sacar adelante a sus hijos trabajando "sin papeles", huyendo de la "Migra".
"La pusimos "Terminator" porque es muy fuerte, es una supermujer, fue nuestro padre y nuestra madre y nos sacó adelante" dijo Cejudo, después de bajar del podio con la medalla de oro colgada de su cuello y envuelto en la bandera de Estados Unidos. La pobreza obligó a su familia a moverse de California a Nuevo México, y de allí a Arizona. Se trastearon por lo menos cincuenta veces porque al final del mes su madre no tenía con qué pagar la renta a pesar de que trabajaba día y noche de albañil, limpiando baños en hoteles, fábricas, aseando casas. A veces, ni siquiera alcanzaban a desempacar las maletas. Sin embargo, doña Nelly no se quejaba y les decía que la miseria no podía ser una excusa para no salir adelante. "Mi mamá era de la idea de que quejarse no alimenta ni paga las deudas. Ella creía que con trabajo y sacrificio tendrían que venir tiempos mejores? y tuvo la razón", dijo Cejudo a la cadena NBC. "Ella decía: todo lo que tú quieras ser, lo puedes ser. ¿Quieres ser astronauta? Puedes ser astronauta. ¿Quieres ser doctor? Puedes ser doctor"?
Henry no acabó vendiendo drogas ni fue a la cárcel. Quiso ser un luchador, como Ángel, su hermano mayor, quien ha sido cuatro veces campeón de Arizona. Ángel ganó 150 combates uno detrás de otro y la Federación de Lucha de Estados Unidos lo invitó a formar parte de un programa para atletas de alto rendimiento en Colorado Springs. Él aceptó con la condición de que también llevaran a Henry. Para juntar dinero para el viaje, vendían playeras y tamales de a dos dólares cada uno. Su entrenador, Frank Saenz, recorrió el barrio tocando puertas y pidiendo donaciones entre los vecinos. Ángel no compitió debido a una lesión.
Doña Nelly no pudo viajar a Beijing porque no tiene pasaporte y no es ciudadana estadounidense. Vio el triunfo de su hijo a través de Internet, en un computador portátil, en Colorado Springs. Pasó todo el tiempo en el baño porque vomitó tres veces, debido a los nervios. El periodista Jeff Jacobs cuenta que después de su victoria sobre el japonés Tomohiro Matsunaga, Henry bajó del cuadrilátero y dijo, con la cara llena de lágrimas: "Esto era lo que había buscado siempre. La mitad de esta medalla es mexicana, como mi corazón". Luego, fue a llamar a su madre y le gritó por el teléfono, todavía llorando: "¡Lo logramos!".
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