¿Cómo se van?... Sencillo: haciendo fuerza. Sí, mucha fuerza de voluntad deben tener estos hombres para ahorrar algunos pesos durante todo un año. O para echarle el cuento a algún amigo que tenga empresa y les pueda patrocinar un viaje que, bajita la mano, podría costar entre cuatro y cinco millones de pesos, como para ir a Brasil.
Pero así y todo se las ingenian para viajar, tratar de representar bien al país y, claro, divertirse haciendo lo que más les gusta: volar.
Entonces los que pueden van, como aconteció con 14 parapentistas colombianos que haciendo de tripas corazón e, incluso, dejando tiradas muchas responsabilidades en casa, se fueron a conquistar los cielos de una de las regiones más bonitas de Brasil como lo es Minas Gerais.
Hasta allá fue a parar Héctor Hugo Vásquez, apodado el Flori (de floricultor), quien separó en el avión algo más de 30 kilos de peso entre su inseparable amigo, el parapente, y una buena tanda de ropa porque "íbamos de tiro largo", como cuenta, porque fue casi un mes fuera de casa.
Estuvieron en Andradas, una ciudad que, afirman, está llena de encantos tanto para los amantes de la aventura en el aire como para los que gustan de un buen reposo. Allí donde la práctica de los deportes de aventura y ecoturismo es muy común porque les hace juego a bellezas naturales como cascadas, cavernas, piedras y ríos.
Eran 14 colombianos, todos con los mismos intereses y afanes, pero solo dos con resultados sorprendentes para la categoría de los torneos a los que acudieron. Uno de ellos el Flori, quien ganó la denominada 2008 XC Open Andradas superando a otros duros rivales.
El otro fue Edison Álvarez, quien se apuntó el triunfo en la división serial de la misma prueba que hace parte de la parada mundial de parapentismo, que este año cumplió tres fases (Manilla, Piedrahita y Andradas), a las que, Vásquez se lamenta no haber tenido recursos para asistir a todas y puntuar.
"Fue muy duro porque eran 7 días de vuelo. El mal clima predominó, con mucho viento. Volamos, generalmente de 12 del día a 5:30 de la tarde sin tocar tierra. Al tercer día tomé la punta y no la solté más".
Ahora, de regreso a su tierra, recuerdos y culebras económicas le acompañan porque, a pesar de ganar la open class, la premiación solo le deparó un pequeño trofeo, en forma de cuadro, que ya "izó" en algún estante de su cuarto.
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