L a orden fue terminante y era como el secreto de Estado del que nadie se podía enterar.
Faltaban 23 días para los Juegos Olímpicos de Londres y Mariana Pajón se acababa de caer de tal manera que no se sabía qué podría suceder.
Esa noche, la atleta fue a dar a una clínica, para ser sometida a los rayos equis, con el propósito de descartar una posible fractura.
"Aquí somos uno y nadie hablará de esto. Mariana tendrá toda nuestra colaboración y vamos a recuperarla", fue una de las tantas órdenes expresada por los técnicos Jorge Wilson Jaramillo y Germán Medina.
El país entero reclamaba la medalla de oro de Mariana. Los Juegos eran un mar de expectativas para la delegación nacional. Pero de lo que no se sabía era de ese lapso de ocho días en el que la bicicrosista no pudo entrenar en la pista de Lumbres, un lugar en el noroccidente de Francia, convertido en campo de práctica para algunos de los equipos del BMX que estarían en la capital británica.
Carlos Mario Oquendo, Andrés Jiménez, los técnicos y la fisioterapeuta Rossana Guerra, cumplían con intensas sesiones de trabajo en la pista y sus alrededores, muy similar a la que encontrarían días después en la capital olímpica.
Por fortuna, la fortaleza mental, la labor paciente de Guerra y el respaldo de los miembros de la delegación, se convirtieron en acicate, para que Mariana -la abanderada de Colombia- volviera a los entrenamientos, esos que mostraron que el estado de la múltiple campeona mundial estaba intacto, pese al terrible golpe que se dio.
El tema no llegó a oídos ajenos, ni siquiera a los miembros de las delegaciones que estaban en Lumbres. Antes, por el contrario, los entrenadores Medina y Jaramillo tuvieron mayores alicientes para medir los tiempos en la rampa de lanzamiento de las australianas, encabezadas por Caroline Buchanan -hoy campeona mundial-. La ventaja era poca, pero resultaba diferencia al fin y al cabo así fueran décimas de segundo en el despegue del partidor. Mariana arrancaba tan fuerte como Oquendo y Jiménez y lo demás sería la parte sicológica. La base del exigente entrenamiento.
"El cuerpo expresa lo que la boca calla. Eso siempre lo he pensado y dicho. La parte mental de Mariana y los muchachos estaba fortísima en Lumbres y así viajamos a Londres, porque el trabajo suele ser como las matemáticas: exacto", reflexiona el técnico Jaramillo, un hacedor de campeones mundiales y medallistas olímpicos.
Pilotos, técnicos, delegado -Jorge Ovidio González -, fisioterapeuta -Caroline Ávalos -, el médico- Gustavo Castro -, el mecánico -Carlos Huertas -, fueron uno solo en esos dos días de competición.
"Mariana fue creciendo a medida en que avanzaban las series. Ella leía dentro de la carpa las frases que escribimos como objetivos psicológicos, mientras hacía ciclosimulador", recuerda Jaramillo, quien compartió las decisiones técnicas con su colega Medina, en tanto Andrés Jiménez aportaba: "hay que buscar huecos en carrera".
Esto le dio resultado a Oquendo -a pesar de sus dos caídas-, en tanto que Mariana pasaba series, superándose ella misma, para derrotar a sus rivales, verse en total control mental en la partida, mientras sus contendoras no encontraban sosiego.
De mucho sirvió Lumbres, para confirmar que después del dolor viene la fiesta, en apenas 37 segundos. Hoy, hace un año.
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