En el tropel de su huida, luego de la amenaza que se filtró el domingo por entre las montañas de La Loma, en San Cristóbal, Martha* solo alcanzó a salir con su hijo, callejón abajo.
Atrás quedaron los perros y el minino que calienta los pies de su pequeño en las noches gélidas del inmenso cañón. En el alambre del patio quedó extendida la ropa, lavada en la mañana de la intimidación. También quedó su padre, que se resiste a abandonar la casa campesina "que tantos esfuerzos me costó cuando subía adobes por esa loma".
Martha volvió por su gato, sus perros, las dos gallinas y su papá. Se imaginó que al regresar encontraría a los vecinos que salieron con ella, pero solo se encontró dos soldados y un policía. Halló además en la puerta un letrero: "vivienda protegida" y en su alma, el dolor de pasar las noches en una bodega con otras cuatro familias.
"Por acá no vuelvo. Esto está muy duro. Esa gente no tiene corazón y sin más ni más vuelven y lo sacan a uno".
En su camino, la mujer se encontró con el coronel Carlos Ayala, comandante del batallón de Policía Militar No. 4, quien trató de disuadirla para que retornara. "Estamos acá desde el domingo pasado y las 24 horas del día. Ya instalamos la base en la parte alta de Bellavista para contener a los del combo de arriba. Son 25 hombres que estarán de forma permanente patrullando el sector para dar seguridad".
El coronel Ayala le insistió a Martha que puede retornar "a recuperar sus propiedades". La invitación la extendió a las 200 personas que se fueron. Su mensaje fue claro: "la idea es aumentar el nivel de seguridad y persuadir a las familias que se fueron para que retornen nuevamente".
En la mañana de ayer se reunieron en el sector El Cañón, el gabinete municipal, la Policía, el Ejército, y la Personería, acompañados por la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, con quienes discutirán medidas asistenciales.
Luz Patricia Correa, directora de la Unidad Municipal de Atención a Víctimas, expresó que en el comité analizaron estrategias de confianza entre la Fuerza Pública y la gente, además, "vamos a acompañar a las familias que van a retornar, con el transporte, y con los animales y las cosas que perdieron a causa de lo que pasó por su salida".
Entre las medidas, explicó Correa, se reafirmó el apoyo a la Fiscalía para que inicie la judicialización de los integrantes de los combos que perpetraron el desplazamiento.
De acá no me voy
Jairo* no habla, o más bien lo hace poco. Su tristeza la esconde entre los cultivos del patio de su casa en La Loma, y los zaguanes que permanecen sin el bullicio de sus nietos.
Asegura que tuvieron que mandarlos a casa de una tía, donde reciben los talleres que les envían desde el colegio. Dice que no se va y espera que le garanticen su seguridad.
Jesús Sánchez, el personero delegado para los Derechos Humanos, expresa que "tenemos la esperanza de que con las medidas que aplicarán la Administración Municipal y la Fuerza Pública en el menor tiempo posible haya un retorno y con garantías".
Pero Martha dice que ella no quiere volver. "Ojalá no pase lo de hace dos años, que allá se robaron las casas". Llama a su padre por última vez y desciende por La Loma, hasta que su figura se pierde en El Cañón silencioso y solitario.
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