Me enterneció el canto del himno nacional por Shakira en Leticia. Con el embrujo de su voz les infundió vida nueva a unas estrofas que no pegan por arcaicas pero que en el fondo proclaman la antigua vocación de libertad de un país. Antes, el trío de Juanes y Miguel Bosé y la franco colombiana Íngrid Betancourth cautivó a la concurrencia reunida en la explanada parisina de Trocadero. En muchas capitales, Colombia se agitaba en las banderas y en los corazones de miles de ciudadanos del mundo. Fue el preámbulo de una jornada que va a grabarse en la historia como punto de partida de una sociedad que irradia testimonios cada vez más contundentes de dignidad colectiva.
Mientras avanzaban las marchas y la gente en su más cálida espontaneidad manifestaba el rechazo contundente al secuestro y el reclamo perentorio a las bandas delictivas para que liberen a los colombianos que tienen encadenados en los infernales remedos selváticos de los campos de concentración nazis, me preguntaba qué sigue ahora, qué más demostraciones de condena infinita de sus fechorías requieren los criminales de lesa humanidad, qué esperan para cumplir la voluntad general, que ya no suena como un ruego sino como un mandato de cumplimiento inmediato y obligatorio.
Una fiesta del 20 de julio como la de ayer no la había habido nunca. No sé qué dirán ahora los escépticos dados a descreer de las formas de expresión de las emociones y esperanzas populares, ni si le atribuirán la movilización gigantesca a manipulación de los medios. Ahora sí que menos encontrarán argumentos para desvirtuar el sentimiento libertario y de autonomía de la gente común, no tan ingenua ni tan maleable como suele pensarse cuando no se la conoce. Sobre todo porque ayer la consigna fue una sola, sin matices que enredan y confunden.
Quedó subrayada una diferencia con el pasado. La del 20 de julio de 1810 fue una revuelta de criollos ilustrados y seguidos de una turba de santafereños analfabetos. Era nebulosa la idea de libertad. Se mezclaban vivas al rey con mueras al mal gobierno. A 20 de julio de 2008, el valor de la libertad se identifica y vale en la inmensa mayoría de las conciencias. Se activa y se expresa en cuanta manifestación colectiva se organice. Se avanza hacia la mayoría de edad política. Pese a sus lagunas y contrastes, este país muestra capacidad progresiva de homologar su vida pública y sus costumbres cívicas a los estándares mundiales de civilización y cultura. Aunque el concepto de nación soberana se limita en tiempos de globalización e interdependencia, en parafraseo del célebre Ha estallado la paz (de Gironella), en la Colombia de ayer domingo, ha estallado la soberanía.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
