Son varias y muy duras las batallas que libra, a sus 67 años, José Raúl Pérez Palacio: una fundamental que es contra la muerte y otras en los estrados judiciales, pero todas le han tocado en una cama de la sala de cuidados intensivos del hospital San Vicente de Paúl, donde hoy precisamente cumple un año de haber sido internado.
El hecho, que es insólito, marca todo un récord en la historia del centro asistencial. Lo peor es que el costo de su permanencia allí hace rato superó los 500 millones de pesos y si no sale pronto podría llegar a los 1.000 millones. Y ¡asústese! La cifra hay que cargársela a la Dirección Seccional de Salud de Antioquia que, primero no atendió una decisión médica del hospital de mandar a don José Raúl a su casa hace cuatro meses; y segundo, no ha cumplido con un fallo de tutela proferido en favor del anciano el pasado 16 de junio y esto elevó los costos de su atención.
A José Raúl la vida se le puso maluca hace ocho años, cuando lo empezó a atacar una Epoc (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y tuvo que dejar de trabajar.
Pese a tener 1.670 semanas cotizadas al Seguro, esta entidad no le ha concedido la pensión argumentando que ya le fue pagada la indemnización sustitutiva, pero él y la familia niegan que esto haya sucedido. Para colmo, la empresa donde laboró la mayor parte de su vida dejó de hacer los pagos a la seguridad social y eso acabó de envolatarle su derecho.
Una abogada está luchando ante distintas instancias judiciales para hacer que a este hombre, enfermo y ya desahuciado para volver a llevar una vida normal, se le reconozca su pensión.
Pero otro cuento -el más duro- es su lucha por vivir, que se le volvió más intensa hace un año, cuando sufrió un paro cardiorrespiratorio y fue remitido al San Vicente.
"Él lleva enfermo hace siete años y medio, estaba en la casa con oxígeno conectado por pipeta, pero el 13 de julio de 2007 le dio el paro, lo llevamos al hospital de Copacabana y de ahí lo mandaron al San Vicente, desde eso está tirado en esa cama", relata Medardo, uno de sus hijos.
El amor de Ana Libia
Y lo que fue pesadilla para don José, se volvió una carga pesada y dura de llevar para su familia, en especial para doña Ana Libia Guisao, su esposa, quien religiosamente lo visita todos los días de 10:00 a 10:30 de la mañana, tratando de llevarle consuelo y ganas de vivir, porque a José Raúl, muchas veces, se le desprende ese hilo de amor por existir que lo mantiene atado a la vida.
"Sólo le he faltado dos veces: 15 de diciembre, que había unas confirmaciones en la iglesia del pueblo y yo ayudo allá, me tocó quedarme, y otra el 18 de agosto, que me fui con un padre a visitar el milagroso de Buga, de todas formas me fui a rezar por él", relata esta señora, que sufre por conseguir hasta los pasajes diarios para su visita.
Tal es la pesadilla, que el único hijo que vive con ella, un muchacho de 24 años, no ha podido casarse por no dejarla sola. De toda esta carga de situaciones está bien enterado José Raúl, pero atado a un respirador mecánico sin poder hacer nada, suele preguntarle a su abnegada mujer, "¿está al día con los pagos de la funeraria?, no se descuide con eso". Ella, llena de amor, le responde que "no se preocupe por eso, que él va a vivir muchos años más".
Hace cuatro meses, los médicos del San Vicente decidieron que José Raúl puede irse a casa conectado a un respirador mecánico y bajo la vigilancia de una enfermera y un médico, porque en la sala de cuidados intensivos no hay nada más por hacerle, pues ni avanza ni retrocede. La cuenta superaba los 400 millones de pesos en ese momento. Hoy son varios cientos más.
Como la Seccional de Salud no ha dado la orden de remitirlo a casa en esas condiciones, el hospital no puede soltarlo, don José moriría al instante. Desesperada, la familia acudió a la tutela y el juez 17 Penal de Medellín la falló a su favor el pasado 16 de junio en sentencia #259.
Pero como si no hubiera pasado nada, José Raúl sigue ahí, en la cama 14, con respiradores artificiales, acumulando cientos de millones de deuda para el Departamento y viendo a su familia sufrir por él. Por eso, su aliento de vida, a veces se le desvanece.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4