Una acertada síntesis hizo Juan Luis Mejía Arango sobre la obra de Tomás Carrasquilla. Con ese trabajo se posesionó como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Resaltó, no sólo las dotes de escritor costumbrista/universal de Don Tomás, sino el ambiente literario sobre el cual éste actuó. Era un espacio, a finales del siglo XIX, en donde comenzaban a florecer las artes y las letras, llenado por plumas, libros y tertulias de intelectuales que comenzaban a tener contactos con los aires renovadores de la civilización europea.
Narra Juan Luis, en su acertado ensayo, que en la época de Carrasquilla había buen surtido de librerías, casinos literarios, para así responder a quienes de reojo veían una Antioquia como la región habitada sólo por negociantes, juerguistas, apostadores y demás yunta de pragmáticos y prosaicos. En aquel entorno cultural se le respondía a Miguel Antonio Caro -quien se preciaba en su rigurosa dieta, alimentarse tan sólo de raíces griegas y latinas- cuando acusaba de que "en Antioquia, las únicas letras que prosperaban eran las de cambio". A él le haría coro el paisa León de Greiff cuando satirizaba a sus coterráneos, tratándolos de "gente necia, local y chata y roma"?"que todo lo fincan en la riqueza, en menjurjes bursátiles y en un mayor volumen de la panza".
Analiza Juan Luis Mejía la fortaleza de Don Tomás, como narrador nato con sus obras en donde fluye la conversación con personajes, en forma amena y picante. La misma expresividad que lleva personalmente a las tertulias en aquellos cafés tan gratos y pintorescos que alguna vez lucieron en el centro de Medellín, uno de los cuales acunó la célebre generación de Los Panidas. En sus obras, Carrasquilla "exalta la riqueza del castellano usado en Antioquia". En la temática "es crítico de la mentalidad antioqueña".
En las obras de ambiente urbano, advierte Juan Luis, "es demoledor al describir personajes dispuestos a sacrificar valores morales con tal de escalar posición social". Esta característica aún se da en parte de nuestra comunidad, en la cual existen aventureros que con su ética acomodaticia y maleable, propiciaron el relajamiento moral que con la conquista del dinero fácil han sometido conciencias a sus intereses creados?
Miguel de Unamuno, el paradójico escritor vasco, admiró a Carrasquilla. Alguna vez -cuando estudiábamos periodismo en Madrid- nos decía el profesor Gregorio Marañón, que Carrasquilla con el poeta Luis Carlos López, eran quizá los dos colombianos que más elogió Unamuno, filósofo tan cicatero para el encomio intelectual. Antes, el escritor Juan Roca Lemus -Rubayata- había sostenido que "Unamuno vitoreó literariamente a Don Tomás por considerarlo afín a él". También Gómez de Laserna, el padre de las célebres "greguerías", encontraba en Carrasquilla y en los poetas Silva, Barba Jacob y Valencia, el cuadrilátero en donde mejor se enmarcaba lo más selecto de las letras colombianas.
En medio de tantas dificultades nacionales -indicios de una grave recesión económica con estragos en lo social, destitución fulminante de altos oficiales del Ejército por violaciones a los derechos humanos, fosas comunes testigos de ejecuciones extrajudiciales- buenas páginas literarias oxigenan en algo el enrarecido ambiente político colombiano.
Por lo menos esas prosas retrasan, como sedantes, la neurosis, así no sirvan como catarsis definitiva.
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