Distintos estudios sobre competitividad muestran que a pesar de que durante los últimos 20 años se han puesto en marcha diversas políticas y acciones gubernamentales, las cuales han ido acompañadas de diferentes iniciativas privadas y regionales, los avances que en esta materia presenta Colombia son muy limitados.
El país no exhibe mayores progresos en los distintos ránquines internacionales, como el del Foro Económico Mundial, y, lo que es aún más grave, no se concretan mejoras significativas en temas claves para la competitividad, como la educación, la infraestructura y las instituciones.
Según Mauricio Reina, Investigador Asociado de Fedesarrollo, "Colombia tiene un pie en el siglo XIX y otro en el XXI". En otras palabras, esta contradicción y las tensiones que de ella se generan frenan la concreción de las acciones que nos aseguran una senda de crecimiento acelerado.
En un mundo globalizado y competido los distintos países están interesados en avanzar raudos en sus procesos de desarrollo. Esto hace que no baste con implementar acciones o registrar avances limitados en ciertos asuntos, como le ocurre a Colombia, sino que es necesario alcanzar logros más sustanciales y firmes al tiempo que progresar aceleradamente.
Esto es, precisamente, lo que han conseguido algunos de nuestros pares latinoamericanos que hoy ostentan mejores posiciones en dichos escalafones.
En el país se afirma que se cuenta con una adecuada y bien estructurada institucionalidad para la competitividad la cual se fundamenta en una alianza público-privada, opera inspirada en una visión de futuro de país-año 2032- y aplica una amplia agenda que incluye las diferentes dimensiones de la competitividad.
Sin embargo, los resultados obtenidos muestran que, a pesar de estas bases y mecanismos, el esquema tiene que ser mejorado. Para ello es imperativo enfocarse en la definición de una estrategia y unas acciones más limitadas y precisas que apunten a la superación definitiva de los cuellos de botella más críticos.
Los diversos informes internacionales de competitividad sirven para precisar esos puntos críticos además que, de tiempo atrás, el país sabe en qué se falla. Conocemos, por ejemplo, que la educación es determinante para el desarrollo. Igualmente, reconocemos que sin una adecuada infraestructura mantendremos bajos niveles de crecimiento y que sin seguridad, buenas instituciones, y una justicia eficaz no es posible el progreso colectivo.
También se hace necesario revisar la institucionalidad gubernamental para la competitividad. El DNP no está siendo utilizado suficientemente para apoyar a la Alta Consejería para la Competitividad y esto le resta a esta capacidad de coordinación y eficacia en sus resultados. Esta Consejería estará ahora a cargo de Jaime Bueno, economista con amplios conocimientos en el tema.
Los estudios de la CEPAL y del Consejo Privado de Competitividad acerca de la competitividad departamental no sólo corroboran las dificultades que como nación exhibimos sino que resaltan los desequilibrios que existen entre las diversas regiones.
Mientras que hay unos pocos departamentos -entre los cuales está Antioquia- que relativamente tienen una base de competitividad más sólida, hay otros en los que la misma es altamente precaria. Además, en pleno siglo XXI existen 11 departamentos, como Amazonas, Arauca, Caquetá y Casanare, en donde ni siquiera se dispone de información para realizar dicho estudio.
El progreso y el desarrollo de la nación demandan el fortalecimiento de la capacidad competitiva del país, las regiones y las empresas. Pero para alcanzar esto se requiere revisar a fondo lo que se tiene y lo que se hace en esta materia, al tiempo que resulta urgente tomar los correctivos que nos ayuden a salir de la trampa de competitividad en la que estamos atrapados hace varios años.
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