Empezó el año de la fe. Fue inaugurado en Roma por el Papa Benedicto XVI ante miles de fieles el jueves pasado con motivo de los 50 años de apertura del Concilio Vaticano II y los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
El año de la fe nace en un tiempo particular en el que a Dios se le quiere quitar del medio. Muchos hablan de la fe con una definición desvirtuada: es asociada a palabras clichés como retrógrada, medieval y oscurantista.
No son pocos quienes dicen que tener fe es creer ciegamente en algo incierto, dejarse imponer por los abuelos una tradición sin sentido, abandonar la razón o dedicarse simplemente a “volear camándula”. Desde el 11 de septiembre de 2001 algunos asocian la palabra fe con fanatismo religioso, para muchos peligroso y hasta talibán.
Totalmente falaz. La fe es un don gratuito de Dios, accesible a quienes la piden y responden con su voluntad e inteligencia a ese don. Por la fe creemos con convicción, (no especulamos), que no somos productos de la casualidad sino que somos pensados por Dios, que tenemos una misión en este mundo que Él ha trazado para nosotros y el cumplimiento de la misma es lo que nos hará felices y lo que nos llevará a la vida eterna.
Por eso el Papa nos alienta a transmitir una fe viva en tiempos donde hay tantas inquietudes existenciales y tanta confusión espiritual: “En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa”, dijo el pasado jueves.
La fe no es una ideología. Es una opción que se hace por la persona de Jesucristo. Sentirnos amados por Él es algo que nos lleva a experimentar una profunda alegría y nos hace ver la necesidad de comunicarlo. La fe exige también una responsabilidad social. Por eso no tiene sentido relegar la fe solo al ámbito personal.
Este año busca además transmitir la fe a muchas personas que no la tienen, renovar la fe de tantos que la viven de una manera superficial, como un pasatiempo o como un medio al cual se acude solo en momentos de necesidad. La fe es una opción de vida que es necesario cultivar por varios medios: el conocimiento, la adhesión afectiva a aquello que se cree y la acción, obrando coherentemente con lo que se profesa.
Que este año nos haga ver que la fe no es cosa del pasado. Que en el siglo XXI el hombre también quiere encontrarse con Jesús, quien es el mismo ayer, hoy y siempre.
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