El pasado jueves, 7 de noviembre, los esposos Luis Fernando Arango Rodríguez y Alejandra Marcela Castaño Ramírez cumplieron dos años en su casa, la única que han tenido, donde viven con sus hijas, Manuela y Valentina.
La vivienda, ubicada en la vereda Zancudito, de Belmira, norte de Antioquia, esblanca y verde, de madera y piso de losa, con novios y begonias en matas colgantes.
Fue una de las primeras que entregó EPM de su programa Aldeas, que ejecuta con la participación de más de 20 entidades entre públicas, privadas y organizaciones no gubernamentales.
La idea del grupo empresarial se empezó a materializar en junio de 2011 y dos años y medio después, presenta 559 casas construidas, de las que 321 ya están habitadas. Estas quedan en Belmira, San Luis, San Carlos, San Rafael y Necoclí.
En diciembre se entregarán 238 en el corregimiento Bolombolo, de Venecia, que si bien no fueron ejecutadas por EPM, el grupo empresarial aportó dinero y madera.
Porque estas casas, además de generarles bienestar a las comunidades, son el resultado de la intención de la organización de darle valor a la madera que renueva de las zonas protectoras de sus centrales energéticas, en especial la de pino pátula de Riogrande I y II, con la que se ha construido la mayoría de estas propiedades.
Nacido en el corregimiento Llano de Ovejas, de San Pedro de los Milagros, Luis Fernando lleva 40 de sus 50 años en Zancudito, trabajando el campo y en lechería.
Un tío suyo tenía una propiedad en El Santuario y él se fue para esas tierras del Oriente a administrar un predio. Allá conoció a Alejandra y desde entonces viven juntos.
Se fueron para Zancudito, pero como no tenían casa, les tocó ocupar una pieza de la del papá de Luis.
"En diciembre venían familiares y quedábamos muy incómodos", recuerda ella, una rubia de mejillas rosadas, en tanto que él es flaco y locuaz. Ambos, de sonrisa permanente y sencillos como el campo.
Por ello, en 2011, cuando por el concejal de Belmira Efrén Londoño Medina se enteraron de Aldeas, se interesaron en el programa.
El Municipio los postuló y resultaron elegidos por EPM. Como debían tener lote para la casa, Ana de Jesús Rodríguez, la madre de Luis, les donó uno y ahí quedó su morada, en la que se declaran felices. No tuvieron que poner un peso en la construcción y están cómodos. "De arrimado uno sufre mucho. En cambio las niñas ya tienen pieza para ver televisión", dice Alejandra, mientras que Luis, que ordeña vacas arrendadas, gana el mínimo y confiesa que por su cuenta no habría podido conseguir casa.
En la vivienda, a orillas del río Chico, donde reinan el verde y el silencio, no se siente tanto el frío que bajan los vientos desde el páramo Santa Inés, referente de Belmira y principal fuente de agua del Valle de Aburrá.
Contentos porque les dieron la casa con conexión a energía eléctrica y al agua y con pozo séptico. Están cerca del colegio Carlos González, donde estudia Manuela, de 13 años, mientras que Valentina apenas tiene dos. Además, cuentan con una huerta en la que cultivan maíz, papa, fríjol, entre otros alimentos.
Javier de Jesús Arboleda Arias, de 78 años, y Marina Ocampo Osorio, de 67, vecinos de Luis y Alejandra, también son beneficiarios de Aldeas.
Son de Abejorral, pero allí el trabajo se puso duro, por lo que llegaron a Belmira hace ocho años.
Residen con un hijo y dos nietos, cerca de la quebrada Chuscalito (límite entre este municipio y San Pedro de los Milagros), en un terreno que compraron por cinco millones de pesos. Su casa fue la primera que entregó Aldeas, el 30 de junio de 2011.
A los 10 días la ocuparon y Javier afirma que en ella no han tenido problemas.
Afuera están las gallinas y los perros que los acompañan, y unos pensamientos que colorean la entrada.
Unos metros al frente está la carretera que conecta a San Pedro con Belmira. Al cruzarla, en el costado oriental del valle del Chico, queda la vereda Zafra. Allí, a cinco minutos de la vía, está la vivienda de Marta Nidia Londoño Calle, otra de las 50 de Aldeas en Belmira.
Marta vive con su compañero sentimental, una hija y dos nietas. Tienen la propiedad desde el 16 de julio de 2011, en un lote que le heredaron sus padres, Carlos Enrique Londoño y Ema del Carmen Calle.
"Yo vivía en una casa de orillos. Había palos podridos y cuando llovía, el plástico se llenaba de agua y se encharcaba. No teníamos forma de comprar una de material", cuenta esta mujer de 46 años y agrega: "Gracias a Dios salí beneficiada".
Mientras las nietas se comen un mango picado, apunta que le gustaría construir otra pieza y una poceta y ponerles rejas a las ventanas, pero los primeros cinco años los beneficiarios deben conservar los inmuebles sin reformas. Además, pide que la conecten al acueducto veredal, pues su hogar quedó sin conexión y debe usar aguas lluvias.
EPM busca aliados
Sandra Vélez Arredondo, jefe de la Unidad de Desarrollo Ambiental y Social, Proyectos e Ingeniería de EPM, señala que en principio Aldeas se enfocó en los municipios cercanos a las centrales de generación de energía del grupo empresarial, pero luego se extendió a otros en los que la organización ha instalado servicios.
El pasado 30 de octubre, el gerente general de EPM, Juan Esteban Calle Restrepo, firmó convenios con los alcaldes de San Andrés de Cuerquia, Briceño, Yarumal, Yolombó y Concepción para construir 460 viviendas en estas localidades. Adicionalmente, edificarán otras 27 en Necoclí. Todas estarán entregadas en 2015.
Las 559 construidas costaron 21.582 millones de pesos, de los que EPM puso 9.714 millones. El resto del dinero lo aportaron varias entidades, entre ellas la Empresa de Vivienda de Antioquia (Viva), los municipios, Fundación Argos, Fundación Fraternidad Medellín, Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín (Isvimed), Comfama, Ministerio de Vivienda, Fundación Berta Martínez, Fundación Sueños por Colombia y Corporación Antioquia Presente.
Además, EPM pondrá dinero y madera para la construcción de 287 casas rurales indígenas en Dabeiba, Necoclí, Turbo y Apartadó, convenio en el que participan el Ministerio de Defensa, el Banco Agrario (subsidios del Ministerio de Agricultura) y Viva.
Así, entre viviendas listas y por construir, son más de 5.000 personas beneficiadas por Aldeas. Y Sandra Vélez sostiene que la idea es encontrar más aliados estratégicos que aporten recursos para llegar a más comunidad.
Las primeras 321 unidades fueron de 46 metros cuadrados y costaron 40 millones y las 487 que vienen serán de 50 metros cuadrados y valdrán 43 millones. En los 10 primeros años de ocupación los propietarios no las pueden alquilar ni vender.
Cuando EPM las ejecuta, abre licitaciones en las que participan madereras del país que se encargan de la construcción. Hay actividades que las hace personal especializado y en otras se contrata a habitantes de la localidad destino de Aldeas. Entre ellos, veces a los beneficiarios.
Miriam Trujillo Ciro, coordinadora de Aldeas, explica que el pino pátula, materia prima de las unidades habitacionales, tiene un ciclo de vida de entre 35 y 40 años y, por petición de las autoridades ambientales, EPM debe aprovechar la madera y reforestar los bosques protectores de los embalses.
En la selección de los beneficiarios se priorizan los desplazados por la violencia, damnificados por el invierno, población en línea de pobreza (puntaje de cero a 50 en el Sisbén) y madres cabezas de familia. El Municipio los postula y profesionales del área social del programa los visitan y verifican que cumplan los requisitos.
Los aspirantes ponen el terreno y colaboran en la supervisión de la construcción.
En Belmira hay Aldeas en las veredas El Yuyal, San José, La Miel, La Amoladora, Zancudito, Playas, Zafra y Quebraditas y en el corregimiento Labores.
Héctor Albeiro Rojas, coordinador ambiental de la Alcaldía de este municipio, explica que, para escoger los beneficiarios, son fundamentales las juntas de acción comunal, que reciben la información primaria en zona rural.
Por su parte, Carolina Londoño, asistente técnica de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata), resalta que, gracias a convenios con Corantioquia, 70 familias tienen huertas caseras enfocadas en la producción sin agroquímicos. Entre ellas, varias de Aldeas.
El alcalde, Édison Bustamante Ruiz, quiere otras 70 viviendas de Aldeas, pero dice que EPM le ha respondido que el programa hay que llevarlo a otros municipios. "Estas casas generan calidad de vida", comenta.
El déficit de vivienda de su pueblo supera las 300 nuevas y 600 mejoramientos.
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