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LA MALA DEL PASEO

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29 de septiembre de 2012
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El mundo de las artes plásticas en Colombia está más vivo que nunca.

Al menos cuatro artistas contemporáneos, encabezados por Doris Salcedo , la estrella que más brilla, y seguida por Miguel Ángel Rojas, Óscar Muñoz y José Alejandro Restrepo , son reconocidos por su calidad y la profundidad de su propuesta por críticos, curadores y museos de todo el mundo, desde la Tate Gallery hasta el Moma y el Pompidou.

Son artistas con fuerte carga conceptual y política, y en consecuencia polémicos, pero también de excelsa calidad y preciosismo estético.

“El camino corto”, la exposición en curso de Rojas en la Universidad Nacional, es imperdible. Lo fue también “Variaciones sobre el Purgatorio”, de Restrepo, con una instalación inolvidable en la sala principal que aun me conmueve.

No menos impactante es “Protografías”, la retrospectiva de Muñoz, que los paisas aun tienen la oportunidad de visitar en el Museo de Antioquia. “Sedimentaciones”, una de las obras nuevas, recoge en una sola pieza la historia artística del payanés y es sencillamente mágica.

Además de ese selecto grupo, hay tres antioqueños formidables, Luis Fernando Peláez, José Antonio Suárez y Hugo Zapata.

Y una generación intermedia con figuras como Johanna Calle, Wilson Díaz, Juan Fernando Herrán, Oswaldo Macía, Nadín Ospina y Luis Fernando Roldán. O Fernando Arias , que ahora tiene una magnífica exposición en NC Arte, una fundación que está cambiando la manera de exponer y que es auspiciada, en un esfuerzo que merece todos los aplausos, por Claudia Hakim y Nayib Neme .

Si faltaran nombres, entre los jóvenes están Alberto Baraya, Miller Lagos, Mateo López y Nicolás París, representados por conocidas galerías de Sao Paulo, Madrid, París y Nueva York, y cuyas obras ya no están al alcance de cualquiera porque sus cotizaciones suben cada día más.

Y en la lista de nuevas generaciones cabrían al menos una docena más de muchachos en sus treinta, con trabajos de impecable calidad.

Una pieza clave de este engranaje, tanto porque ha desparroquializado a los coleccionistas y compradores ocasionales al ampliar la oferta con artistas de otras latitudes como porque ha permitido a los nacionales mostrar su calidad, es artBo, la feria de arte de la capital que tendrá lugar en octubre.

Pues bien, en una postura más absurda que inexplicable, la dirección de la Cámara de Comercio de Bogotá, organizadora de artBo, ha decidido excluir a Nueveochenta, la galería de la cual es copropietario el expresidente Gaviria.

Nueveochenta se ha caracterizado por apostar por jóvenes valores y por promoverlos en América y Europa. Desde su creación ha estado presente en artBo, con muchísimo éxito. Y tiene fuertes relaciones con galerías de todo el continente, con las cuales intercambia artistas y proyectos.

Según la Cámara, la directora de la Feria, María Paz Gaviria, historiadora de arte y con conexiones en el mundo artístico que le han permitido insuflar un nuevo aire a artBo y posicionarla aun mejor en el competido medio de las ferias internacionales, tiene un conflicto de intereses.

El argumento se vendería bien, si no fuera porque cuando contrataron a María Paz eran hechos públicos y notorios que es hija del expresidente y que éste es socio de Nueveochenta, y porque no fue María Paz sino un comité de selección, conformado antes de su nombramiento por prestigiosos galeristas nacionales y extranjeras, quien escogió a los participantes.

El conflicto tendría lugar solo si María Paz tomara decisiones que pudieran beneficiar a la galería de su padre y eso no ocurre.

No sé si hay aquí un exceso de celo, inoportuno porque de existir tendría que haber aflorado cuando la contrataron y no ahora, o si hay una innombrable carga política.

En cualquier caso, con el veto a Nueveochenta solo salen perjudicadas la feria, los jóvenes y muy buenos artistas que representa, y los compradores nacionales y extranjeros. Y claro, la Cámara, que está quedando como la mala del paseo.

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