Mi hijo Sebastián hace música electrónica. Creo que eso no es un desastre. Yo también amo la música. Cuando él era niño, lo matriculé en una primaria musical. Sin embargo, tengo que admitir que algunos días me pongo nervioso cuando está componiendo. Para hacerlo, no usa partituras de papel, como el viejo Joan Sebastian Bach. Usa computadoras, pantallas, teclados musicales electrónicos, programas de cómputo que generan en formato digital los sonidos de los instrumentos de una orquesta. También usa dos tornamesas con discos de acetato de 33 revoluciones. Son de su época de discjockey. Cuando compone, los bajos de los parlantes ponen a temblar los muros de la casa, repitiendo veinte veces la misma secuencia. Es como si un baterista estuviera ensayando en el cuarto de al lado. Cuando el ruido es demasiado, toco su puerta y le pido con todo respeto que desconecte los parlantes y se ponga los audífonos. A veces le advierto que con el tiempo esa música, a ese volumen, puede volverlo sordo.
Por todo esto toqué a su puerta, emocionado, cuando vi la noticia en la página web de la BBC de Londres. Decía que un grupo de investigadores del Goldsmith College de la Universidad de Londres, en el Reino Unido, desarrollaron un programa de cómputo que permite traducir los pensamientos en notas musicales. Sebastián se demoró para abrirme. Estaba componiendo y tenía puestos los audífonos. Cuando por fin abrió y le conté la noticia, no me creyó. Tuve que llevarlo hasta la biblioteca y encender mi computadora. Apenas abrí la página, le leí en voz alta el título: "Tocar música con la mente". Luego, sin bajar el tono, seguí leyendo: "Es posible que en poco tiempo los músicos estén en capacidad de tocar instrumentos utilizando sólo el poder de la mente".
La crónica está ilustrada con una fotografía que parecía sacada de La Naranja Mecánica, de Stanley Kubrick: un hombre con la cabeza cubierta por un casco repleto de electrodos. El casco estaba conectado con una computadora a la que los científicos bautizaron con el nombre de Computadora Cerebral de Interfaz para Música. Los electrodos recogen los impulsos eléctricos del cerebro que pasan a través de una máquina de electroencefalografía (EEG) y los analiza. El programa interpreta estos datos y los convierte en códigos. El periodista describe así la escena en la que el doctor Mick Grierson, director del proyecto, hizo una demostración del sistema a los periodistas de la BBC: "Al aparecer las notas, el científico mira la pantalla, mientras piensa en la que quiere tocar. Cuando la nota aparece, inconscientemente produce un cambio en la actividad del cerebro, que queda registrado en la computadora a la que está conectada la persona". El doctor Grierson dice: "Después de un tiempo, la computadora toma una decisión sobre la nota en la que estoy pensando e intentará tocarla. Seis de cada ocho notas ejecutadas son las mismas que piensa el músico". Según la BBC, el proyecto tiene el respaldo del Consejo de Investigación para las Artes y las Humanidades del Reino Unido y busca encontrar formas de asistir a los músicos que tienen dificultades para tocar con sus manos.
Sebastián estaba demasiado impaciente por ver el video donde aparecía filmado el experimento. Hice click en el enlace de la página, encima del primer fotograma:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_7450000/7450374.stm
La película comenzó a rodar en silencio. A partir de ese momento, los ojos asustados y los oídos incrédulos de mi hijo pudieron ver y oír el milagro. "Voy a utilizar las ondas de mi cerebro para controlar un instrumento musical. Usaré un aparato de encefalografía", dijo el doctor Grierson, quien además de dirigir la investigación es el científico que aparece en el video. Enseguida advirtió que iba a ponerse el gorro electroencefalográfico y a conectar los electrodos. Después se aplicó un gel especial para crear un buen contacto entre su piel y la máquina. Se puso el gorro. Pestañeó y en la pantalla apareció la primera señal. "Ese es un pestañeo". Finalmente, dijo que iba a concentrarse en la primera nota musical: "C4. Do. Do mayor". La nota apareció en la pantalla y los parlantes comenzaron a sonar. Parecía el primer acorde de una Cantata de Bach. Sucedió a mediados de junio. Creo que nunca lo olvidaré.
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