Faltaba menos de una hora para comenzar el partido, y Ánderson García se negaba a verlo en otro lugar que no fuera una tribuna. Por eso acudió a la caridad con la esperanza de ver a su equipo en vivo y en directo.
"Me faltan 20 mil pa’ pagarle a un parcero que me la está consiguiendo. Colabóreme", decía a las afueras del Atanasio, un sitio que fue una fiesta, así como media ciudad.
Desde temprano, Medellín vivió los colores rojo y azul. Los finalistas fueron orgullosos a sus lugares de trabajo con camisetas viejas, otros estrenando, pero con la ilusión floreciente. "No podía trabajar con ella, pero la tenía por debajo", explica Fabián Herrera.
En la noche, a la hora del partido, la fiesta compartió espacio con la angustia. Los lugares de siempre (La 70, La Mota, El Poblado, el Centro), se unieron a cientos de miles de hogares que vivieron la final como si estuvieran en el Atanasio.
En la reventa se observó de todo. Las boletas de preferencia, que en internet se ofrecían a 200 mil pesos, un usuario en Twitter las entregaba, media hora antes del inicio, a 60 mil, 14.000 pesos menos del valor en taquilla. En la esquina del Obelisco hubo tantos revendedores como hinchas. Al final, el no tan querido empate sin goles fue menos que el ánimo que tuvo la hinchada roja.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6