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Las dos alas del saber

15 de septiembre de 2008
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Se cumplen este mes 10 años de la publicación de la encíclica Fides et Ratcio, del Papa Juan Pablo II, en la que el pontífice definía la fe y la razón como "las dos alas que elevan el espíritu a la contemplación de la verdad".

Allí el Papa planteaba un nuevo humanismo para el tercer milenio, luego de ver cómo la separación de la fe y la razón había sido, en los siglos anteriores, un error tanto de filósofos como de teólogos que empobrecen y frustran el verdadero humanismo.

Explica que cortar el ala de la fe lleva a un ciego racionalismo, que asegura que esta es nociva para la razón. Reduce la búsqueda del conocimiento sólo como fruto de una conquista personal, se deja llevar por el pensamiento del momento y renuncia al motivo por el cual nació la filosofía con Tales de Mileto en el siglo V antes de Cristo: la búsqueda de la verdad por medio de la realidad y no del mito. Algo que siempre mueve la conciencia del hombre hacia el saber.

No menos peligrosas son las consecuencias del fideísmo, una fe irracional basada en el sentimiento y la experiencia del momento. Vacía y subjetiva. Deja así de ser una propuesta universal. El Pontífice aclaraba que es un error pensar que la fe puede triunfar ante una razón débil, porque al contrario, esta caería en el peligro de quedar reducida a mito o superstición.

Al unir la fe y la razón no se trata de menospreciar la autonomía de ambas ramas del saber, ni de limitar su espacio de acción sino de apreciar cómo, por medio de ambas, Dios se revela al hombre.

Por eso deben volar juntas la fe y la razón. Para que el saber no se reduzca a un pluralismo donde lo que valgan sean sólo las opiniones del momento. Decía el Papa que la búsqueda de una verdad absoluta no puede entenderse como intolerancia o fundamentalismo religioso, nocivo para el conocimiento. "Al contrario, es una condición necesaria para un diálogo sincero y auténtico. Sólo bajo esta condición es posible superar las divisiones y recorrer juntos el camino hacia la verdad completa", decía en la encíclica.

Y señalaba cómo la grandeza del saber no consiste en que el hombre crea sólo en las fuerzas de la razón que siempre tendrá sus límites. "Sólo la opción de insertarse en la verdad, al amparo de la sabiduría y en coherencia con ella, será determinante para su realización. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar solución si no es en el absoluto".

El reto está en seguir acogiendo los planteamientos del Pontífice, quien ante las puertas del tercer milenio proponía un nuevo humanismo "en el que los seres humanos puedan saber qué es lo verdadero, lo bueno y lo bello aunque no puedan conocerlo", elevándolo con las alas de la fe, la razón, conociendo las riquezas así como los límites de cada una, será posible.

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