El Evangelio de hoy, Mateo 14, 13-21, trae el relato de la multiplicación de los panes, cuando Jesús se compadeció del hambre de la gente y tomando los peces y los panes que tenían sus discípulos hizo que todos pudieran comer hasta quedar satisfechos.
La historia tiene significados teológicos profundos que conectan con el maná con que Dios alimentó al pueblo escogido en el desierto y refieren a la Eucaristía e igualmente al banquete escatológico donde Dios nos espera al final de los tiempos.
El texto además ha inspirado la reflexión de la Enseñanza Social de la Iglesia. La vida de Jesús, sus acciones y palabras, muestran que la llegada del Reino de Dios es el anuncio de un mundo nuevo donde todas las personas tienen igual dignidad y tienen acceso a la mesa donde comparten los bienes básicos que se merecen por ser seres humanos.
Para Jesús no es posible anunciar el misterio de un Dios Amor que quiere a todos y todas por igual si los que lo anuncian no están en la lucha para que todos participemos en la misma mesa, porque de lo contrario, si no confrontamos esta situación donde el egoísmo, la codicia y la injusticia dejan a muchos con hambre, nadie va a entender de qué Dios estamos hablando cuando hablamos del Dios de Nuestro Señor Jesucristo.
Colombia muestra la ausencia del Dios de Jesús en los millones de personas que nuestra sociedad ha dejado en la exclusión por responsabilidad grave de sus dirigentes, de sus educadores, de sus evangelizadores y también y de manera dramática de todos los que están en la guerra.
Si no hacemos cambios muy profundos para que todos podamos sentarnos en la misma mesa, obviamente con nuestras diferencias de mentalidades y gustos y proyectos, no tiene por qué sorprendernos la profundidad de nuestra crisis espiritual como nación, lejos del Dios de Jesucristo, sumergidos en la violencia, la corrupción, y el dolor de las víctimas.
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