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Los caballeros de industria

23 de noviembre de 2008
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James Bond nunca ha sido héroe de mi admiración. Pero en esta última película al menos hay cierta alusión a los descalabros de actualidad en el país y en el planeta: El 007 vence contra el poder de un prototipo temible de caballero de industria que se escuda en una organización ecologista para cometer monumentales fechorías en dos países suramericanos.

Picardía e ingenuidad no tienen límites. Son globalizadas y sin fronteras. Se necesitan y se complementan. El pícaro vive del incauto, pero este no lo sería si no hubiera el pícaro. Tal para cual. Es imposible establecer cuál apareció primero, si la malicia o la candidez. Ambas son consustanciales a la condición humana.

Por eso es fácil pero incierto definir responsabilidades con motivo de los estragos de las pirámides, de todas las pirámides que han venido derrumbándose en estos días: Puede haber algo de improvidencia estatal, de bobería social, de negligencia periodística por no acometer acciones preventivas, pero en la base está el juego interminable de zorrastrones y crédulos, de caballeros de industria e ilusos disponibles siempre para ser engañados.

La película con James Bond que está proyectándose (con el título repelente de Quantum of solace) no exagera en efectos especiales como en las anteriores, aunque sí conserva la misma tónica de las ficciones inverosímiles: Individuos corriendo por los entejados, que sólo sufren uno que otro rasguño tras persecuciones espeluznantes? Se presume que también la historieta de la organización ecologista de fachada que trata de apoderarse del agua boliviana es ficticia. Pero desenmascara, denuncia si se quiere, a tantos bandidos de cuello y puños blancos, caballeros de industria que ocultan sórdidos negocios y amparan su fuerza supranacional en lujos y derroche, en causas nobilísimas, en fines humanitarios y ecosalvadores.

A lo mejor hay quienes todavía no distinguen al caballero de industria del verdadero caballero. Se deslumbran con las apariencias. Abundan los sujetos que impresionan en la economía y las finanzas, la cultura, la política, el manejo de la cosa pública e incontables actividades. El Diccionario define a ese indeseable tipo humano: Hombre que con apariencia de caballero vive a costa ajena por medio de la estafa o del engaño. El caballero de industria es el timador, el estafador con finura y decencia virtuales. Se alza con los bienes de sus víctimas. Si necesita, les arrebata honra y vida.

La historia de los caballeros de industria no es exclusividad nacional. En todas partes ha habido timadores legendarios, estafas memorables. En el Siglo Diecinueve colombiano hubo un tal Darío Mazuera, DM, que hizo y deshizo en el país y en el exterior. Dejó muchísimos discípulos. Hace falta el 007 para derrotarlos, pero sólo pasa en las películas, mientras haya candidez en abundancia.

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