Los candidatos a la presidencia de Estados Unidos ahora deberán pasar por el voto "latino" para llegar a la Casa Blanca.
Este voto, del que se habla mucho desde hace tiempo, finalmente parece haberse convertido en un aspecto inevitable de la vida política estadounidense.
De hecho, fue uno de los factores decisivos de la victoria del presidente Barack Obama que, según los resultados preliminares, se llevó más del 70 por ciento del voto latino.
Un poco más de 12 millones de latinos (11 por ciento del electorado) votaron este martes 6 de noviembre.
Este año se movilizaron como nunca, en gran parte gracias a los "Dreamers", los jóvenes indocumentados beneficiados por la ley Dream y que no tuvieron tapujos para exigirle a Obama la reforma migratoria que les había prometido.
Obtuvieron al menos una medida provisional -la suspensión de las deportaciones de los indocumentados que llegaron de niños al país, traídos por sus padres- que calmó el descontento de los hispanos y les permitió a los demócratas aumentar su ventaja con respecto de los republicanos.
Los latinos desempeñaron un papel nada desdeñable en los estados llamados indecisos, particularmente en Florida (16 por ciento del electorado), en Nevada (15 por ciento) y en Colorado (14 por ciento), pero también en aquellos estados donde, pese a su baja presencia, contribuyeron a separar a los candidatos, como en Virginia (4 por ciento del electorado) y en Pensilvania.
La estrategia de Mitt Romney hacia la comunidad hispana fue un verdadero fracaso. A lo largo de toda la campaña, pero sobre todo en las primarias republicanas, el exgobernador se mostró favorable a la "expulsión voluntaria" de los inmigrantes indocumentados y propuso endurecer sus condiciones de vida hasta el desgaste para "animarlos" a irse por su propio pie.
"Dejemos que ellos mismos tomen la decisión", afirmó en uno de los debates con Obama. A principios de octubre, él trató de matizar su posición en unas declaraciones a The Denver Post , asegurando que no daría marcha atrás en los permisos de trabajo temporales otorgados en junio a los "Dreamers". Pero eso fue demasiado tarde.
La inmigración no es lo que más preocupa a los latinos. En la mayoría de los sondeos, el tema por lo general ocupa el cuarto lugar, detrás de la economía, la educación y la vivienda. Pero es el tema más simbólico y el que los afecta más de cerca. Aun para un latino residente legal o ciudadano, el indocumentado siempre es una persona cercana, es alguien al que conoce, con el que se codea, es un amigo o incluso un familiar.
El resultado de Romney entre el electorado hispano es bastante inferior al de sus predecesores: John McCain se llevó 31 por ciento del voto latino en 2008; George W. Bush , por su parte, recibió 44 por ciento en 2004.
Los republicanos, pues, tendrán que reconsiderar su estrategia y la inquietud es palpable.
"Si tratamos a los latinos como a los afroamericanos, estamos condenados al fracaso", reconoció hace algunas semanas Karl Rove, que fuera estratega electoral del presidente Bush.
"Hemos adoptado un lenguaje que los rechaza", en particular en cuanto a la inmigración, agregó Rove.
Jeb Bush , exgobernador de Florida y hermano del expresidente George W. Bush , declaró en la convención republicana en Tampa, a fines de agosto: "La demografía del país está en vías de cambiar y nosotros debemos cambiar, no el núcleo de nuestras creencias sino el tono y la intensidad de nuestro mensaje".
El martes en la tarde, el exaspirante republicano a la Casa Blanca y presentador en Fox News, Mike Huckabee , calificó de "patética" la estrategia de su partido hacia las minorías.
Los republicanos contaban con el hecho de que los latinos son socialmente conservadores para reclutar nuevos simpatizantes. Pero ahí también las cosas han cambiado. Los hispanos parecen adoptar ideas cada vez más liberales. Según una encuesta reciente del Centro Pew, más de la mitad de los latinos apoya ahora el matrimonio homosexual.
Una de las pesadillas para los republicanos es el futuro de Texas, donde ahora los hispanos tienen tanta presencia (26 por ciento del electorado) que podrían convertir este estado tradicionalmente republicano en un estado indeciso.
Eso sería una verdadera revolución en el tablero político: Texas es el estado más poblado después de California. Y ya sabemos lo que le pasó ahí al Partido Republicano: por así decirlo, prácticamente ha desaparecido.
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