Otro campanazo de alerta se sumó a los gritos de guerra que Corea del Norte viene lanzando en los últimos días, con el retiro ayer de 51.000 trabajadores norcoreanos de un complejo industrial en la ciudad de Kaesong, en el que se evidenciaba el último asomo de colaboración entre ese país y Corea del Sur.
La mayor parte de los empleados de Kaesong son mujeres que suplen la demanda de mano de obra barata, mientras que la gerencia y los conocimientos técnicos corren por cuenta de los surcoreanos, de los cuales permanecen unos 475 en las instalaciones, tras el cierre de la frontera la semana pasada.
El complejo es el mayor proveedor de empleo en Kaesong, la tercera ciudad de Norcorea. Zapatos y ropa forman el 70 por ciento de los bienes producidos; el resto son productos industriales.
"Es una tragedia que la zona industrial, que favorece la reconciliación nacional, la unidad, la paz y la reunificación, haya sido reducida a un teatro de enfrentamientos entre compatriotas y guerra contra el Norte", dijo ayer el secretario del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea, Kim Yang Gon.
De otro lado, cerca de diez empresas surcoreanas, entre las 120 que tienen negocios en Kaesong, clausuraron ya sus operaciones al no poder encarar la carencia de suministros.
Respecto a esta nueva amenaza de Norcorea, el director del Centro de Pensamiento Estratégico de Eafit, Juan David Escobar, recordó que es un ejercicio que ese régimen viene haciendo desde hace casi tres décadas.
"El que nadie se quiera meter en una guerra por ellos indica que hay espacio para darle posibilidades de que negocie, y Norcorea llega mostrándose como un país peligroso y, de esa manera, tiene más posibilidades de lograr sus objetivos", indicó el experto.
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