El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, camina sobre el filo de la navaja, y las opciones parecen agotarse tan rápido como las acciones militares que se desprenden de su discurso guerrerista.
Sin embargo, ninguna delegación diplomática ha respondido a la propuesta norcoreana de evacuar al personal de las embajadas extranjeras en Piongyang, argumentando que no puede garantizar su seguridad en caso de un conflicto bélico a partir del próximo 10 de abril.
"Ninguna misión extranjera se ha preparado para abandonar" la capital del país, informó ayer el Gobierno de Corea del Sur, tras esta nueva señal de que su vecino está dispuesto a lanzar un ataque nuclear contra Estados Unidos.
Expertos consideran que las pruebas realizadas por Norcorea no garantizan que ese país pueda enviar material nuclear en un misil, y mucho menos hacerlo estallar en un blanco señalado.
Dicha situación pone a Kim Jong-un ante un escenario en el que deberá elegir si hacer un lanzamiento y arriesgarse a fallar o seguir mostrando los dientes esperando amedrentar a Occidente.
"El poder de Norcorea se basa en la incertidumbre, y si lanza y falla se le acaba la capacidad de amenazar. Otro riesgo es que el mundo se canse de su discurso guerrerista sin acciones concretas", dijo el director del Centro de Pensamiento Estratégico de Eafit, Juan David Escobar.
En ese último caso, el riesgo es que Jong-un ordene atacar a Corea del Sur con artillería corta, teniendo en cuenta la cercanía fronteriza con Seúl.
Sin embargo, para el profesor de seguridad nacional y simulaciones del Strategic Studies Institute, R. Evan Ellis, "el verdadero peligro es que por mostrar su determinación, Jong-un tome una mala decisión". Por ahora, hay expectativa sobre lo que pueda hacer Norcorea este 15 de abril, aniversario del nacimiento de Kim Il-Sung, el abuelo del actual líder del país.
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