Las esperadas negociaciones de paz entre las Farc y el Gobierno de Colombia volverán a poner a prueba la capacidad mediadora de Noruega, cuya capital, Oslo, acogió desde ayer las conversaciones, que se irán a La Habana.
El diálogo tendría que haber comenzado el 8 de octubre pero tuvo que ser retrasado el lunes a raíz de la repentina operación de cáncer de próstata del presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
Finalmente fue aplazado para ayer por supuestas dificultades logísticas tanto por parte de las Farc como del Gobierno colombiano.
Sea como sea, la diplomacia noruega tendrá una vez más la oportunidad de exhibir ante el mundo su papel pacificador, ese mismo que en las últimas décadas ha desempeñado en al menos una veintena de conflictos.
Aunque ya había participado en otros procesos con anterioridad, fue su mediación entre israelíes y palestinos, que culminó con los acuerdos de Oslo en 1993, la que marcó un antes y un después en su reputación negociadora.
Si bien esa fue su intervención más famosa, Noruega también ha participado en otras importantes negociaciones en Guatemala, Filipinas, Mali, Haití, Sudán o Sri Lanka, entre otros, así como en anteriores contactos entre Colombia y las Farc.
Más allá de ser la sede del premio Nobel de la Paz, la experiencia negociadora de Noruega se apoya sobre la estabilidad de su política exterior, especialmente cuando se trata de procesos de paz.
“Los cambios de gobierno de derecha a izquierda o viceversa nunca han significado que se retire el apoyo a un determinado proceso de paz”, explicó la experta Wenche Hauge , del Instituto de Investigaciones sobre la Paz de Oslo. A ello se suma la ausencia de pasado colonial y su condición de país rico y pequeño, lo que hace que difícilmente se le pueda acusar de actuar por intereses económicos.
De hecho, la buena situación económica de Noruega, que encabeza la lista del índice de desarrollo humano de la ONU, es otro de los factores para tener en consideración.
Esto explica que el Gobierno cuente con los recursos económicos necesarios para apoyar procesos de paz y fomente la existencia de numerosas organizaciones humanitarias.
Según Hauge, “la presencia duradera de oenegés noruegas en zonas en conflicto es de gran ayuda en la labor de mediación puesto que están en contacto directo con la población civil y tienen un conocimiento profundo de los territorios”.
Como otros muchos, sin embargo, Hauge lamenta que su país haya participado activamente en algunas de las últimas campañas militares de la OTAN, en Afganistán y más recientemente en Libia.
“No creo que esto vaya a influir negativamente en las conversaciones con las Farc, pero si esta política se mantiene, sí podría acabar minando la credibilidad mediadora de Noruega a largo plazo”, asegura Wenche Hauge.
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