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Nos matan porque somos inocentes

17 de agosto de 2008
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La frase que titula esta columna tal vez es una de las más dicientes de lo que pasa en Colombia con unos señores que pareciera que no saben para dónde van: las Farc. La frase es el grito desgarrador de millones de colombianos quienes están cansados de las atrocidades cometidas por estos señores de la guerra.

El asunto aquí tiene que ver con lo que hicieron en Ituango. Volvieron a aparecer con los métodos que más les gusta: los terroristas. Retornaron a estos métodos, que en realidad no han dejado, sino que los tenían en stand by, es la mejor demostración de que hoy por hoy las Farc son como el escorpión que trata de picar cuando está acorralado para hacer daño, pero que al final termina derrotado: se envenena picándose a sí mismo.

La forma como actuaron, la cual dejó siete muertos y 52 heridos y que, según la Corte Penal Internacional, representa un crimen de lesa humanidad porque fue una tenebrosa acción que infringió las normas del derecho humanitario, no deja de ser más que la ratificación para muchos de que sus horas como guerrilla terminaron hace muchos años, que ya no representan al pueblo y que hoy son una amenaza terrorista.

Pero loro viejo no aprende a hablar. Por eso, Ituango es de nuevo el reflejo de atroces imágenes de las tomas guerrilleras a los pueblos, de acciones irrisorias y salidas de cualquier amago de cordura como, por ejemplo, la masacre de Bojayá y muchas otras que le revuelven el estómago a cualquier colombiano.

Cuando el pueblo dice: "nos matan porque somos inocentes", tiene toda la razón. Por culpa de la guerrilla, dejaron a Ituango sin Camilo Pineda, de 18 años, uno de los mejores deportistas de la Institución Educativa Pedro Nel Ospina; sin Alberto Calle, un promisorio político dedicado a la función pública municipal; sin Juan Carlos Osorio, de 18 años, dedicado a las labores comunitarias, y sin Cristian Estiven Cossio, un bombero voluntario, con sueños de servir a la comunidad. Dejaron a otras 53 personas heridas, mutiladas y acabadas anímicamente.

El pueblo sentencia: "nos matan porque somos inocentes". Como si fueran sordos, ellos no entienden. Eso de ser leones peleadores sin ley, solo pasa en las películas. ¡Es que si por lo menos fueran medio Robin Hood, les creeríamos! Pero recuerden: son como el escorpión que tarde o temprano, viéndose acorralado y desesperado, se pica a sí mismo y el aguijón lo tienen cerca.

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