La presencia hoy en Arizona de Barack Obama podría marcar una nueva oportunidad para que el propio Jefe de Estado renueve el compromiso de liderazgo, confianza y cambio, que hizo posible que los estadounidenses lo eligieran como el primer presidente de color en llegar a la Casa Blanca.
Y el motivo ahora no es electoral, aunque tendrá amplias repercusiones políticas dado el momento de angustia, incertidumbre y dolor que afronta el país: encontrarse cara a cara con las familias de las seis víctimas y de los 14 heridos que dejó el tiroteo del pasado sábado, cuando un joven de 22 años, Jared Lee Loughner, abrió fuego contra una multitud que escuchaba frente a un supermercado las palabras de la congresista demócrata Gabrielle Giffords, que sigue en estado crítico.
Acostumbrado a los refinados y profundos discursos que despiertan el sentimiento de unión y nacionalismo de los americanos, Obama ya dio muestras de que será el prudente silencio el que le ayude a conseguir el objetivo de poner a demócratas y republicanos a hablar el mismo idioma y trabajar juntos, por encima de los intereses partidistas, en contra de la polarización y los discursos radicales que promueven la discriminación.
El momento de conmoción que vive Arizona no es distinto al del resto del país, y el acaloramiento político que alborotó el tiroteo en Tucson ponen a Obama en una situación, paradójicamente, compleja y oportuna para volver a ser el líder que los estadounidenses buscan.
Pero tendrá que hacerlo de la forma más inteligente y sutil para evitar que cualquier paso dado o palabra pronunciada en estos momentos de luto y dolor puedan ser interpretados como de oportunismo político. De ahí que resulte acertado conocer que el eje central del discurso que pronunciará hoy Obama en Arizona sea por la tolerancia y la unión de todos los estadounidenses.
Buen conocedor de la forma como se mueven los hilos del poder y se alinean las fuerzas en el Congreso americano, el Presidente tiene, de paso, una excusa de oro para conseguir que tanto demócratas como republicanos cierren filas en favor de las reformas que permitan el bienestar de todos, incluidos los millones de inmigrantes que aún esperan su regularización.
Además, y aunque Obama no lo pueda decir por las implicaciones que eso tendría, la masacre en Tucson ha puesto al movimiento ultraconservador del Tea Party , una de cuyas máximas líderes es la republicana y excandidata presidencial Sarah Palin, en una situación comprometedora.
Las manifestaciones xenófobas y de radicalismo religioso que marcaron la campaña electoral de noviembre pasado no han estado exentas de que sean relacionadas con actos de violencia indiscriminada como los ocurridos en Arizona. Tal vez sea mera especulación. Lo real es que el Presidente Obama tiene una nueva oportunidad para cambiar el rumbo de su futuro político y el de los estadounidenses. Aunque sea en medio del dolor.
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