En mi columna de hace dos semanas escribí sobre el libro de la Madre Teresa "Ven y sé mi luz" publicado recientemente en español. Pero me quedaron muchas cosas por decir. Por eso escribo una segunda parte.
Detrás de una mujer de tantas acciones, como el trabajo con los más pobres entre los pobres, se encuentra una persona sumamente espiritual, que de manera ejemplar sabe poner su vida en las manos de Dios cuando al descubrir su vocación a la vida religiosa le hizo un cuarto voto secreto al Señor Jesús: nunca refutarle nada.
Y fue esa fidelidad en las cosas pequeñas lo que hizo que la Madre Teresa pudiera asumir retos grandes. El libro narra de manera impresionante cómo el 10 de septiembre de 1946, fecha que actualmente celebran las Misioneras de la caridad como el "Día de la inspiración", descubre en un retiro espiritual su llamado a fundar la conocida congregación: "La llamada de Dios para ser Misionera de la Caridad es para mí como el tesoro escondido que, para poder comprarlo, lo vendí todo (?) debía dejar el convento y ayudar a los pobres viviendo con ellos. Fue una orden. No cumplirla habría sido traicionar la fe", decía.
Pese al dolor que sentía de dejar a las Hermanas de Loreto, la Madre Teresa se fue en contra de muchos paradigmas, fue altamente criticada pero decidió comenzar con una nueva obra a la que, estaba convencida que Dios la llamaba a ella y a miles de mujeres alrededor del mundo.
Vivió momentos de mucha alegría como la autorización de parte del papa Pío XII para salir de la orden y fundar una nueva congregación, el comprobar que muchas personas estaban llamadas a esta vocación, la aprobación pontificia de las Misioneras de la Caridad, la invitación a fundar en tantos países, la fundación de la rama masculina y el agradecimiento de miles de personas por el compromiso evangelizador y solidario de esta nueva comunidad.
Sin embargo, los momentos de oscuridad siempre la acompañaron: la tentación de no creer, la sequedad espiritual y la tendencia a la melancolía eran las cruces que siempre tuvo que cargar: "Estoy sola, la oscuridad es así de aguda. La soledad del corazón que quiere amor es insoportable. ¿Dónde está mi fe? También en lo profundo, dentro no hay nada si no vacío y oscuridad. Dios mío ¡Qué doloroso este sufrimiento desconocido!", dice en una de sus cartas. Sin embargo, esta soledad interior la convertía en un medio para crecer en su opción con fidelidad.
"La impresión que ella me daba era el de una fuerte unión con la gracia divina, la cual unida a su gran determinación y a su fuerza de carácter, evidenciaba una gran energía para superarse a ella misma y vivir la alegría que no sentía", testimoniaba una de sus hermanas.
Hoy, las Misioneras de la caridad cuentan con cerca de cinco mil hermanas en 133 países. Al leer su libro entendí por qué esta congregación crece tan rápido sin que las hermanas hagan grandes actividades de pastoral vocacional. Una profunda vida de oración que nutre la acción y que ayuda a ser fiel a la vocación ha hecho que muchos hombres y mujeres hayan acogido el legado de esta mujer excepcional que hizo de su oscuridad interior un faro que iluminara su fe y la de quienes la siguen.
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