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Por un diálogo Israel-Palestina

Otra vez la comunidad mundial observa la lluvia de cohetes que van y vienen entre Israel y la Franja de Gaza. Un fuego desproporcionado que ya deja 100 muertos y más odios acumulados.

  • ILUSTRACIÓN ESTEBAN PARÍS
    ILUSTRACIÓN ESTEBAN PARÍS
11 de julio de 2014
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La influencia de los gobiernos de Estados Unidos y Egipto en la dirigencia de Israel y Palestina debe obrar con rapidez antes de que, como podría ocurrir, el Ejército de Benjamín Netanyahu decida una ocupación terrestre para combatir a las milicias de Hamás, en la Franja de Gaza.

Los recientes bombardeos de las tropas israelíes, desde el mar y el aire, dejan 100 muertos en territorio palestino. Al tiempo, los cohetes lanzados por las Brigadas Ezzedini Al Qassam cobran una decena de heridos en las ciudades de Israel. Aunque hay una notoria asimetría en el número de víctimas de un lado y de otro, la peor secuela es el ambiente de zozobra y tensión que enfrenta la zona, atravesada por ese cordón detonante que son los odios desencadenados por estas escaladas militares.

En las justificaciones mutuas está que Israel tiene derecho a proteger su territorio de los ataques con cohetes perpetrados por los sectores más extremistas de Hamás. Además, flota en el ambiente la indignación israelí por el secuestro y asesinato de tres jóvenes el mes pasado. Pero la mano de hierro con que Israel responde también es rechazada por una desproporción militar que degenera en infracciones al Derecho Internacional Humanitario y en violaciones a los derechos humanos de civiles palestinos.

Aunque las últimas negociaciones entre Israel y Palestina fracasaron, el mundo exige la acción de la diplomacia internacional para frenar estos ataques que pueden aumentar en intensidad y costos, en especial humanos, si alguien no les habla al oído a las partes.

Si bien Estados Unidos y la mayor parte de Europa califican a Hamás -al frente del gobierno en la Franja de Gaza- de grupo terrorista, es urgente que las salidas políticas a la reciente crisis ganen terreno, porque de lo contrario lo coparán los tanques israelíes y los milicianos yihadistas, en un combate que podría terminar de aplastar la pobrísima infraestructura de la Franja.

Gaza es un territorio de 360 kilómetros cuadrados en el que habitan 1 millón 800 mil personas. La parálisis por los choques afecta al 65 por ciento de la gente y la pobreza allí es del 90 por ciento. El circuito económico está parado y no hay ingresos. Al tiempo, las medicinas están reducidas al 30 por ciento y el material quirúrgico a la mitad. Son más de 2.000 los desplazados, según Naciones Unidas, y 650 los heridos, lo cual obviamente tendrá estadísticas ascendentes.

Israel lleva más de 1.100 ataques y los extremistas palestinos han lanzado más de 600 cohetes. Pero las matemáticas militares son apenas la cubierta del cúmulo de daños morales y humanos que se están provocando ambos pueblos, en un conflicto alargado y en la sinsalida.

Estados Unidos es el primer interesado en que la violencia no se atice. Barack Obama ya ofreció a Netanyahu una mediación que permita parar las hostilidades y el secretario de Estado de E.U., John Kerry, se esfuerza por mover a Egipto y Qatar para que también alienten una tregua.

Los anuncios de Israel de mantener su ofensiva, con 20.000 efectivos atentos a una orden de ocupación, y la reacción virulenta de Hamás de "luchar hasta el fin" no presagian nada bueno.

Nuestra apuesta, entonces, no puede ser otra que esperar que la comunidad internacional (en especial el gobierno de una potencia) interceda para evitar este derramamiento de sangre que hoy nos conmueve y nos aterra. Israel y Palestina no deben cesar en el esfuerzo por construir la paz.
Contraposición

HAMÁS NO TIENE UN DISCURSO POLÍTICO Y POR ESO ACUDE A LA PROVOCACIÓN MILITAR

Por MARCOS PECKEL
Analista, columnista de opinión y docente en la Universidad Externado de Colombia


Es lamentable que mueran civiles, pero el culpable de ello es Hamás que, además de ponerlos como escudos, recurre a lanzar cohetes a Israel para obligar una respuesta militar. Hamás, carente de un discurso político y empeñado doctrinariamente en no reconocer la existencia de Israel, no tiene otro recurso que la provocación.


La única manera para Hamás, que controla la Franja de Gaza, de mantenerse vigente, es con este tipo de violencia. Asistimos a una repetición de lo ocurrido en 2008 y 2012: lanza los cohetes y espera a que, inevitablemente, sin poder quedarse cruzado de brazos, Israel responda.


No hay desproporción en lo que ocurre. Hamás, incluso, lanza cohetes iraníes más letales a Israel, con alcance de 150 kilómetros y ojivas de alto poder explosivo. La diferencia es que Israel sí ha invertido en sistemas de interceptación, en construir refugios y proteger a los civiles, lo que a Hamás no le interesa con la gente en Gaza.


Lo que sí ha construido Hamás son túneles, ocultos en instalaciones civiles, para abastecerse de armas y esconder sus lanzadores de cohetes.


Entre Israel y Hamás lo único negociable es una tregua, porque Hamás no es parte del proceso de paz y no reconoce en su plataforma ideológica que Israel siga existiendo en la región.

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